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Y ahora quién está al frente del PP, aquí. La pregunta surgía en una tertulia de un grupo de personas de talante moderado, interesados por la política y votantes del partido en cuestión. El interrogante puede servir de reflejo del desconcierto de al menos ese grupo de amigos. No representan más que sus particulares opiniones, pero en caso de ser encuestados aportarían porcentaje al desánimo que se percibe en determinados ambientes ‘populares’.

La victoria electoral de Díaz Ayuso en Madrid levantó una oleada de entusiasmo entre las bases electorales del PP que se expandió hasta el último recoveco de la organización. En el mes de julio, en un ambiente de euforia renovada, Marga Prohens era elegida presidenta del partido en Baleares con un apoyo abrumador por parte de la militancia. Luego, Pablo Casado inició su estúpida pugna con la líder madrileña que ya ha provocado, según los sondeos, la merma de las expectativas electorales que el fracaso de la izquierda en Madrid habían excitado. En paralelo, el PP de nuevo ensimismado, también en Baleares. El profundo cambio de sensaciones es la constatación de que en política nada es perdurable más allá de mañana.

El control del Govern sobre la agenda pública es casi absoluto, a pesar de que el uso partidista de las instituciones, en ocasiones obsceno, no ofrece garantía alguna acerca de la fiabilidad de las fuentes oficiales, pero ese dominio torpedea cualquier opción de la oposición para hacerse un hueco en esa agenda. Sin visibilidad, sin presencia social, se suscitan preguntas como las de la tertulia citada. Y eso que la presidenta del PP de Baleares explicaba hace unos días en estas mismas páginas (martes, 4 de enero) el contenido de sus reuniones durante los dos últimos meses con los sectores empresariales de cada una de las islas para darles cuenta de la tramitación parlamentaria del Régimen Especial de Baleares gracias a las iniciativas del Partido Popular. En su artículo Marga Prohens reflexionaba sobre las oportunidades de los fondos europeos y denunciaba la cerrazón de Francina Armengol a implicar al Parlament en la decisión sobre los proyectos a financiar, en una muestra de dos constantes: el ejercicio de una oposición únicamente de reacción al Govern y, por otro lado, la asunción de lo que los politólogos llaman el marco mental de la izquierda: el PP también defiende que los ejes de financiación de los dineros de NextGenerationUE deben ser «la transición energética, las telecomunicaciones, la economía azul, la modernización del turismo y la orientación de la formación hacia los sectores estratégicos». Armengol y aliados debieron aplaudir con las orejas la manifestación pública de la líder del PP en tanto en cuanto significa la victoria de su relato, precisamente en estos tiempos en los que el maldito relato pretende abolir la realidad.

Y la verdad, si es que tal concepto conserva alguna virtualidad en la política, es que hasta que el Régimen Especial de Baleares o los fondos europeos no se adviertan efectivamente en la economía real, la economía cotidiana de las empresas y las personas, las esperanzas que se pretenden alimentar se quedan en pura palabrería de políticos en plan estupendo. Y antes que labia, parecen más necesarias propuestas para un modelo razonable de gobierno.