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Dijo la Mentira a la Verdad: con mil y mil atractivos, cruzando caminos voy al azar, cien senderos y otros cien, mientras que tú no tienes más que uno solo y no quieres desviarte de tu pobre caminar. –Puede que esto sea cierto, respondió la Verdad, con muy digno acento, pero has de reconocer que jamás me extravío, y llego, sin duda, al lugar donde voy. Si. La verdad puede ser víctima de toda suerte de zancadillas, recubrirse de lodo para que no se vea, mostrarla como algo utópico que no puede ser alcanzado, retrasarlo para que no fluya liberadora en el mar de los embustes…

Es lo que nos dice en uno de sus poemas C.L. Millevant hace mucho más de cien años en una Europa con crisis de ideas positivas y exceso de mentiras dialécticas. Ahora, cada día, asistimos a la patética verborrea de muchos portavoces políticos que dan vueltas y vueltas para no encararse con la verdad. Durante las décadas de la Dictadura, la verdad, en los medios, era algo único y exclusivo del Estado que se nos daba recortado y guisado. Nos decían sólo lo que podíamos o debíamos saber mientras que lo demás tenía que ser ignorado y ocultado. Se trataba de inventar una especie de mundo feliz, sin problemas de altura, que ya se encargaban los mandos patriarcales de evitarnos. Pero eso era la mentira de las mentiras. Y hoy asistimos al esperpéntico y partidista debate de quienes, desde los representantes de las instituciones, han querido convertir en verdad las tergiversaciones, los insultos gratuitos, las falsas voces de alarma, los números económicos que aplastan a los pequeños, y no tan pequeños hogares.

¿Acaso son verdad las grandes fortunas dinásticas? ¿Y la revolución patriótica en los papeles de un niño al que no se le deja hacer pipí? ¿Es una verdad inventar el escándalo? ¿O convertir una hormiga en hormiguero? ¿Sirve a la verdad quien se sube a la tribuna de los políticos para dar la vuelta a evidencias científicas irrenunciables? ¿Y negar los muertos a consecuencia de una peste jamás vista a pesar del pitido exhaustivo de las ambulancias? Cuando llegue el momento de votar por nuestro futuro… ¿Quién se habrá quedado con más verdades y quien con más mentiras? Ya sabemos que una coma puede cambiar el sentido de toda una frase. Y al parecer éste es el deporte más practicado por las altas instancias de este país al objeto de negar lo que podemos ver y dilucidar con nuestros propios ojos.