Es habitual que cuando el forastero solitario llega al pueblo, y casi antes de que tenga tiempo de bajarse del caballo, alguien le informe de que aquí nadie regala nada. Ya en la cantina, es probable que algún bebedor locuaz, con la lengua muy suelta, complete esa información. «Si alguien te hace un regalo, es que quiere algo». Cuando el forastero es una forastera, esta advertencia ya resulta innecesaria, porque se la sabe de memoria. Por supuesto, si esto ocurre en un western, es que ocurre en todas partes. En los trabajos, en el fútbol, en los ámbitos intelectuales, en los bares de mala nota, en la economía y la política, en el amor. En cualquier sitio, sea analógico o digital. Yo de pequeño ya estaba enterado, basándome en hechos reales o relatos literarios, de que nadie regala nada; y si lo hace, por algo será. Prueba de ello es que existen unas fiestas anuales, que culminan pasado mañana día de Reyes, consagradas oficialmente a dispensarnos de esa norma universal, y en las que no sólo los regalos están permitidos, sino que son obligatorios.
Regalos
Palma05/01/22 3:59
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