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Aunque en su origen tenía una acepción distinta ya que fue un título honorífico (servidor o bienhechor de un templo) usado por gentes importantes, la palabra fanático se refiere hoy a un partidario exaltado de una creencia. Ojo con los fanatismos y procede tenerlos en cuenta en estos tiempos y en los que lamentablemente pienso que vendrán. Es por ello que me centraré en uno curioso que he encontrado por ahí. Resulta que en el estado indio de Guyarat sacrificar una vaca acarrea sin más cadena perpetua. Algo considerado excesivo por algunos, a los que el jefe de Gobierno del lugar les replica: «Una sola vaca contiene 330 millones de deidades».

Caramba, así no se puede jugar ni, por supuesto, tampoco tomarse a broma vegetarianismo y veganismo; por cierto, este último de obligado cumplimiento en el citado estado natal de Gandhi. En Guyarat, las medidas han llegado hasta el punto de que se prohíbe vender huevos, pinchitos de carne o tortilla a menos de cien metros de escuelas, parques o templos a fin de no perturbar la niñez. En realidad, todo vendedor ambulante de comida no vegana es importunado, llegándose incluso a desmontarle el tenderete. Ah, cuando el Estado se mete en nuestra cocina, en nuestra casa, en cualquier rincón de nuestra vida. De ello empezamos a saber bastante por aquí.

Pero justo es reconocer que en Guyarat el asunto reviste aspectos desternillantes. En muchas escuelas privadas se prohíbe que haya tortilla de patatas en la fiambrera infantil «para evitar accidentes». Grandioso. En fin, elegir una dieta vegetariana es una opción dietética tradicional en la India. Lo malo es cuando las cosas se llevan al extremo de la insensatez. Háblese de dieta de salud o de la fugacidad de la vida.