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Creo que no hay artículos más difíciles que los que se escriben para los que ya no están. Desearía que las musas que tanto acompañaron a Bernat Cifre permitan dedicarle una despedida que sea un recuerdo para quienes le conocieron y pueda conmover e inspirar a los que no. No puedo llamarle don Bernat como tantas generaciones de alumnos de latín en el instituto Ramon Llull que estos días le han demostrado su admiración y respeto. Bernat era, ante todo, un buen amigo de mi padre y en esa amistad tuve un claro referente de su valor y de cómo esta debe cuidarse. Gran amante de su pueblo y de su insigne personaje Costa i Llobera, entregó su vida a diversas manifestaciones de la cultura logrando ser parte importante de ella.

Era un claro ejemplo de cómo la herencia cultural puede inspirar un modo de vida muy pleno y satisfactorio porque nos ha dejado un sabio con talento para explicar y compartir todas y cada una de sus pasiones, fuese la música, la literatura o la historia de su pueblo y su gente. Ese es el humanista que recuerdo, especialmente los lunes en sa Pobla durante las reuniones de Ses Jonqueres Veres, asociación cultural de la que Rafael Franch era según sus palabras el nostre ínclit president.

Perdemos un referente, una dedicación profunda a tantísimos temas que quedarán en carpetas y libretas como las de esos lunes y que debían ser objeto de una charla que ya nunca se producirá. Porque voy a confesar que desde la muerte de mi padre me alejé de Bernat pues me resultaba doloroso recordar en él y con él tantísimos momentos vividos y todas aquellas conversaciones con su grupo de amigos. No quería revivir la ausencia y ahora el vacío se hace un poco más grande porque las personas que queremos no dejan de ser fruto de todos aquellos que en vida los amaron. Amamos al Bernat culto y erudito capaz de recitar Lo Pi de Formentor cientos de veces con la misma intensidad y pasión que siempre emocionaba. Pensamos, craso error, que esa voz no iba a apagarse y que Costa gozaría eternamente de un embajador en esta sociedad tan falta de cultura. Bernat era un gigante, aunque tal vez su proximidad no nos permitió concebir toda su dimensión. No obstante, bien sabemos que deja una ingente tarea que alguien deberá asumir y continuar porque personajes así (homenots acuñaría Josep Pla) no solo hacen grandes la amistad y la cultura sino también el propio devenir de sus pueblos. Perdemos un buen mallorquín que amaba la vida y que como latinista entendió aquello del carpe diem. De sus versos trabajados y esmerados destacaría ahora parte de las décimas a sus sesenta años: «Sé igualment tot el que em crida / i clama encara: Gaudeix, / que el bell viure requereix / collir gaudis sense mida». Parafraseando al Julio César que explicabas: Amplector te, amic Bernat.