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Vamos ya camino de 2022 que en lo cultural debería centrarse en el centenario de la muerte del poeta mallorquín más excelso y lírico (y universal) –en su acepción clásica– que hemos tenido. A diferencia de lo que ocurrió con el centenario del natalicio del gran erudito e historiador José María Quadrado que fue ninguneado en Mallorca por políticos que ignoran el pasado de los mallorquines; no así en su tierra, Menorca, Ciutadella: allí, sí se portaron. El caso del poeta pollensí seguro que será distinto, porque Costa, a diferencia de Quadrado, sí tiene variantes y agarraderas que pueden ser usadas por la desmemoria y la manipulación histórica, aunque creo que a él no le gustaría que se usará esa vertiente, ni ninguna.

Costa fue un verdadero sabio, de los de envergadura: lean ustedes el magnífico libro de mi maestro don Bernat Cifre Forteza Costa i Llobera i el món clàssic (Lleonard Muntaner Editor) y se darán cuenta de las muchas urdimbres grecolatinas mezcladas con todas las tradiciones mallorquinas: las cultas, sacras, litúrgicas y las populares que manejaba con fluidez. Costa pensó mucho y nos dejó muchísimo. Ahora se piensa poco y nos dejan un montón de naderías. Una enorme riqueza cultural atesoró el autor de Lo pi de Formentor que, además, era de su propiedad como lo era la finca que vendió y en la que siete años después de su muerte se construyó el hotel Formentor que ahora está modernizando –sin que pierda un ápice de sus hechuras y esencias– uno de los mejores arquitectos del panorama mundial, Carlos Lamela.

En los Juegos Florales de la Lengua Catalana de 1874 celebrado en Barcelona un joven poeta, Costa i Llobera, ganaba el segundo premio con su poema La primera llàgrima; el jurado lo definió como «una composición con imágenes brillantes, en una narración vigorosa y espléndida». En este poema, escrito en un mallorquín excelso, Costa describe, entre otras cosas, un camino «de pedres ermes i tristes». Ese 1874 ya publicó poemas fechados en Formentor. Un año después se vino a Madrid y se hospedó en una pensión que estaba en la calle Jardines, cerca de la Puerta del Sol. Las notas que obtuvo en la Universidad matritense se encuentran en un expediente que está en el Archivo Histórico Nacional. Como curiosidad sus calificaciones en la asignatura de latín no fueron la máximas, lo que choca mucho porque nuestro poeta fue un gran latinista.

En 1883 se publicó un número especial de La Il·lustració Catalana con un poema de Costa y un precioso grabado de Sa Llotja que hoy reproducimos en Ultima Hora. El centenario de nuestro poeta y canónigo pienso que podría servir para recuperar la verdadera cultura nuestra, separar el grano de la paja para poner de una vez sobre el tapete que somos herederos de una tradición cultural relevante, muy mallorquina, que poco a poco se va evaporando y diluyendo y que no nos podemos permitir el lujo de perder y no abonar: convertir nuestra cultura en un erial es lo peor que nos podría pasar, y está pasando. Quisiera dedicar este artículo a mestre Bernat Cifre, y a otros dos grandes estudiosos de Costa que tuve la suerte de frecuentar, el pare Miquel Batllori y mossèn Bartomeu Torres Gost.