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El año pasado fue el año de la parálisis mundial por una pandemia que ha puesto el mundo en modo pausa, por ello se esperaba que el año 2021 sería el año de esperanza por la aprobación de la vacuna y por el relanzamiento de las economías. Pero, de repente, aparecen nuevas crisis que se retroalimentan en un momento clave para la incipiente salida de la crisis económica provocada por el coronavirus. La crisis de suministros. Al abrir las puertas después del confinamiento, nos encontramos con pocas compañías navieras que dominan el transporte marítimo. Estas han aprovechado para poner el precio del flete por las nubes. Además de tardar más, el importe se ha multiplicado de forma desorbitada.

Y eso afecta tanto a las importaciones como a las exportaciones de grandes, pequeñas y medianas empresas. Un ejemplo de ello: la naviera más grande del mundo, Maersk, ha presentado unos resultados históricos. Multiplicó por cinco las ganancias operativas hasta los 5.900 millones de dólares y ha registrado su mejor trimestre en beneficio, el más rentable de sus más de cien años de historia.

La crisis de semiconductores. Durante la pandemia y debido al teletrabajo, aumentó el consumo de las nuevas tecnologías y los ordenadores, lo que hizo que los fabricantes cambiaron sus líneas de producción de la industria automóvil, que vivió una gran caída, a las nuevas tecnologías. Los fabricantes de chips cambiaron sus líneas de producción. En este caso, nos encontramos con dos naciones asiáticas que representan el 83 % de la producción mundial de chips de procesador y el 70 % de los chips de memoria. Estados Unidos todavía lidera por otro lado el desarrollo de diseños de componentes, mientras Taiwán y Corea del Sur siguen dominando la industria de fabricación de chips. Esto implica que la crisis actual no solo dará a China motivos para redoblar sus esfuerzos para tener su propia fabricación de chips; también supone lo arriesgado que sería llevar a cabo una de sus grandes ambiciones: la reunificación con Taiwán.

La crisis energética. La subida de los precios originado en principio en el mercado del gas , afectando después a los precios del carbón, el petróleo y el carbono. La principal causa de esta subida es la alta demanda post COVID-19 y eso implicaría que las subidas de precios podrían ser temporales; pero ante una visita de alguna ola de frío, la agonía se podría prolongar. Sin embargo, la dinámica actual demuestra los retos a los que se enfrenta la economía mundial en su cambio de dependencia de los combustibles fósiles, al mismo tiempo que implican inevitables sobresaltos en los precios.

De esta manera, Europa, en esta crisis, no solo se ha quedado al descubierto y ha demostrado su irrelevancia, si no que ha echado por tierra todos los argumentos de los ultraconservadores, teóricos del cierre de las fronteras y vivir de lo nuestro. Nuestra tecnología depende un chip que vale un euro pero que se fabrica en Taiwán, se tiene que transportar a un puerto chino para traerlo hasta Europa. Y si no cambian las cosas, por falta del petróleo de Oriente Medio, Europa tendrá un invierno muy duro.