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Últimamente a todos nos ha dado por viajar, por recorrer el mundo, por conocer gente de otras costumbres, diferentes fisonomías, especialidades, etcéteras. Solo hace unos cuarenta años, a mucha gente le daba miedo viajar a países desconocidos, les asustaba su piel oscura, su vestimenta y su modo de hablar. Ya hoy día, hemos visto casi todas las razas de nuestro entorno, acostumbrándonos a hablarles, incluso a sentarnos a su vera, como si nada. Poco a poco hemos perdido el asombro y ahora queremos conocer su hábitat, los diferentes modos de vivir, aún siendo todos personas iguales, pero también tan diferentes.

Caspar Henderson (Londres, 1963) un día reparó como una mancha del sol se filtraba por los cristales de su ventana, y rebotaba en la pared, algo bastante normal, solo que en él despertó una sensación de sorpresa. Maravillado, se preguntó «qué clase de fenómeno provoca ese tipo de sensaciones, hechos y lugares, o sentimientos, que inducen en nosotros una respuesta. Quizá de esa pequeña pregunta salió la respuesta, su exitoso ensayo, El mapa de las maravillas, un recorrido a través del tiempo, sirviéndose de la filosofía, historia natural, arte y religión. Una invitación a buscar lo maravilloso en nuestro día a día.

Poner en valor el conocimiento pasado, las grandes tradiciones, diferentes civilizaciones, lugares que tienen muchas historias que enseñarnos sobre lo que significa ser humano. No debemos creer que somos mejores o más inteligentes que la gente del pasado, simplemente por tener teléfonos inteligentes, y poder volar miles de kilómetros en unas horas, sin conocer las historias extraordinarias del pasado, construido sobre los triunfos y las pérdidas. Sin estas historias, nuestro futuro tendrá solo un significado muy débil. La capacidad de asombro nos puede ayudar a vivir en el sentido más profundo y significativo de la palabra. Samuel Johson escribió que «la curiosidad es, en mentes grandes y generosas, la primera pasión y la última. Los datos científicos que el autor enhebra lleno de citas y reflexiones, no solo de investigadores, sino de una multitud de escritores, músicos, pensadores y artistas de varias épocas, demuestran que la ciencia y humanidades siempre vivieron en fructífera simbiosis.

Nunca debemos olvidar la curiosidad que non induce hacia el conocimiento, y comprensión, del mundo entero, puesto que la vida no es una, sino toda la existencia humana y animal junta, descubriendo y desarrollándonos hasta alcanzar la igualdad entre todo y todos.