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El cabo italiano Giuseppe Sampaoli Marqueri es el único caso conocido de doble voluntario fascista en Mallorca. Primero, con los militares enviados por Mussolini en 1936, y luego, como miembro del contingente balear de la División Azul en 1942. Toda una vida consagrada a la causa. Sin hijos, sin pareja y con dos guerras contra el comunismo que le llenaron de medallas y cicatrices. En 1955 fue uno de los fundadores de la Hermandad de Combatientes de la División Azul en Baleares.

Sampaoli sirvió con 36 años como mecánico chófer y artillero antiaéreo en las fuerzas italianas de Mallorca. Ascendió a cabo y fue condecorado por sus méritos militares. Algo debió despertarle la Isla porque acabó ingresando en Falange Española y decidió unir su destino al de sus camaradas mallorquines. Según el historiador Juan Negreira, 600 baleares se apuntaron a la invasión nazi de la URSS y Sampaoli prefirió marchar con ellos antes que con sus compatriotas italianos. Así, cambió el cerco de Stalingrado por el de Leningrado, donde combatieron los españoles, y quizá por ello no acabó muerto. Sobrevivió y en noviembre de 1943 se recuperaba de sus heridas en el Hospital Militar de Ibiza. En los años sesenta volvió a Italia para trabajar de taxista.

Por lo que sabemos hasta ahora, entre los miles de italianos que envió Mussolini a Mallorca durante la Guerra Civil, solo unos pocos se quedaron a vivir. La guerra mundial les reclamaba y al licenciarse la mayoría no regresó. Uno de los que sí se quedó fue Armando Tarabini, padre del conocido sociólogo Antonio Tarabini. Se casó con una mallorquina pero «nunca se habituó a Mallorca». Su hijo recuerda que en los años cuarenta los excombatientes italianos de Palma «eran unos diez pero estaban muy dispersos, apenas se hacían entre ellos». «Mi padre siempre fue un nostálgico de su pasado legionario», añade. Al poco tiempo, el matrimonio se separó y Armando volvió a su país.

La realidad es que la población mallorquina siempre receló de los italianos. El comportamiento sanguinario del primer emisario de Mussolini, el Conde Rossi, tuvo mucho que ver en su mala fama, pero hubo más razones. Según el cónsul inglés Alan Hillgarth, la causa era su «arrogancia», «cobardía» y el material pagado a «precios prohibitivos». Massot i Muntaner añade que su carácter mujeriego hacía que los mallorquines se pusieran «celosos» y avisaran a las chicas de que cuando terminara la guerra las abandonarían. Cerca de un centenar de italianos murieron en Mallorca durante la Guerra Civil. Algunos fueron repatriados pero 66 todavía reposan en un panteón de estilo fascista en el Cementerio Municipal de Palma.