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Llevo días leyendo noticias sobre el cáncer de próstata y testículos, a lo que quizá han contribuido las declaraciones de la actriz Sara Sálamo. Fueron polémicas, o más bien polemizadas, del gusto de una sociedad ansiosa de controversia. Tal vez desafortunadas en la forma, pero yo entendí lo que quería expresar. En cualquier caso, sus opiniones, que no dejan de ser eso y no dogmas, son libres y vienen muy bien para poner el foco en la violencia machista, el maltrato animal o el cáncer, principal causa de muerte por enfermedad en España. Así que vamos a darle las gracias.

La actriz vino a decir que la ciencia ha sido machista tradicionalmente, y la realidad lo demuestra. La mujer ha estado marginada históricamente de todos los ámbitos, por lo que no es descabellado pensar que también lo ha sufrido en la vertiente sanitaria. Vamos avanzando, pero aún hoy, y más aún en países donde ellas son consideradas inferiores, a nadie le importan las patologías femeninas, como los prolapsos uterinos de chiquillas sometidas a embarazos desde la infancia. Y en el primer mundo, poco se ha tratado la violencia obstétrica, la recuperación del suelo pélvico o la endometriosis.

Desde luego, la igualdad también debería observarse en la investigación y la medicina, dando importancia a las enfermedades según su incidencia, lo que sí puede implicar su atención por género. El silencio es pésimo aliado porque no contribuye a la sensibilización y a dar visibilidad a enfermedades cuya tasa de curación varía en función de la prevención. Y sí, apenas se habla del cáncer colorrectal pese a ser el primero más letal en mujeres y el segundo en hombres.

En 17 años de docencia universitaria he aprendido enseñando y he aprendido también de mis alumnos. Uno de los últimos trabajos de final de carrera que he tutorizado trataba la cobertura periodística del cáncer de mama, pulmón y colon durante sus días conmemorativos en 2020 en los cinco principales diarios españoles con edición digital. Su autora, la estudiante Flor Almeida, revela la poca presencia del cáncer colorrectal en los medios, incluso en las jornadas asignadas mundialmente para darle presencia, pese a que un cambio de tendencia podría ayudar a concienciar a la población y a reducir la tasa de mortalidad gracias a la prevención y el cribado.

Da igual el género, porque este cáncer mata a todos. Y sería repugnante que se potenciaran la investigación o los recursos en función del sexo. Algo hemos avanzado. Mi alumna demostró que el día internacional de la lucha contra el cáncer de mama se difundieron 62 informaciones sobre ese tumor y el día del cáncer colorrectal sólo se publicó una noticia sobre ese tipo. En este caso no observamos sesgo en función del género, sino una invisibilidad absoluta hacia una enfermedad tabú quizá por desconocimiento o por vergüenza, pero que requiere una atención pública inmediata.