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Quién se acuerda de aquella mujer, ahora que aflora en el mundo lo que algunos llaman feminismo igualitario y redentor, Rosa Luxemburgo? ¿Porque quién se acuerda de Rosa Luxemburgo, militante de izquierdas, que dio la vida por su causa hace ciento diez años? Todavía no había cumplido los cincuenta inviernos cuando le dieron ‘oficialmente’ el paseo según dicen sus biógrafos. Desde aquellos tiempos y mucho antes los gobiernos de un mundo supuestamente civilizado llamaban ‘terrorista’ al ciudadano capaz de cantar las verdades sociales, manifestarse en la vía pública, escribir notas acusatorias en los periódicos… Había tres modos de cortar la vena ideológica adversaria. Una declarar al sujeto loco peligroso e ingresarlo en un manicomio, otra encerrarlo en un calabozo y tirar la llave. Un tercero, juzgarlo utilizando pruebas de dudosa legalidad sin derecho a protesta. Y no pocas veces, un atentado llevado a cabo por un cabeza de turco.

Ella tenía todos los números de la siniestra rifa: era mujer, era judía, era extranjera en Alemania, revolucionaria, miembro de la causa socialista y por lo tanto incómoda, como un grano en el culo, para los socialdemócratas que en aquellos días de la posguerra de la primera contienda mundial ostentaban el poder. Cierto que en 1919 provocó en Berlín un levantamiento comunista, un conato revolucionario, callejero, que fue reprimido con saña y que le costó ser torturada y asesinada. ¿Y qué escribía para haber engendrado tal odio? Pues, por ejemplo: «La sociedad real está compuesta de clases que poseen intereses, aspiraciones y concepciones diametralmente opuestos, una ciencia social humana general, un liberalismo abstracto, una moral abstracta. Pero son, en la actualidad, ilusiones, utopía pura. La ciencia, la democracia, la moral, que Bernstein considera generales, humanas, no son más que la ciencia, la democracia y la moral dominantes, es decir, la ciencia burguesa, la democracia burguesa y la moral burguesa.» Me pregunto si queda algo, de aquellas situaciones y de aquellos pensamientos en el día de hoy cuando los diputados de este país discuten en el Parlamento como niños en el patio de un colegio.

¿Representan todavía una burguesía dominante? ¿Tendría razón, de levantar la cabeza, Rosa Luxemburgo? Como ella decía: ¿No veis, pobres insensatos, que vuestro orden social ha sido levantado sobre arena? Es quizá la arena de aquellos emiratos islámicos, refugio de reyes, dónde tantas cosas se hallan todavía ocultas.