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La semana pasada Ultima Hora adelantaba que el próximo año Cort tiene la intención de ingresar 20 millones de euros por multas de tráfico. Ayer volví a leer la información y apunté en una servilleta de papel la vertiginosa cifra con todas sus letras: veinte millones de euros. Eso se traduce en una recaudación diaria de más de 50.000 euros de sanciones que irán a parar a las arcas municipales. Esta mañana me preguntaba si lo habría soñado. Así que he vuelto a leer la noticia para confirmar la cifra: veinte millones. No, no había sido un sueño, había sido una pesadilla. Claro que las pesadillas son un tipo de sueño. Fue en ese momento cuando me surgió una duda instrumental: 1) o los ciudadanos somos unos delincuentes compulsivos, bribones embigotados y trapaceros milenaristas o 2) el Ayuntamiento es lo más parecido a la Stasi de la vieja República Democrática Alemana. Dudosa república, poco alemana y nada democrática.

El caso es que un servidor –lo de servidor lo digo con intención– se siente buen servidor pero nada delincuente. Y tengo la impresión de que mis vecinos, que también son buenos servidores, tampoco son unos delincuentes. Así que va a ser que los cortesanos de Cort, convencidos de estar en posesión de la verdad, han iniciado una caza de brujas por las calles de Palma.

No acabo de entender que, quienes fueron elegidos para estar al servicio de la población castiguen con esta penitencia económica a quienes los consagraron en las urnas. Algo no está funcionando bien. Es como si los comicios se hubiesen convertido en la forma de elegir a quién nos va a perseguir más o quien nos va a cobrar menos. Y eso –qué quieres que te diga– no conduce a nada bueno. Cuando el servicio público se convierte en castigo público una nueva Stasi pasa a ser la peor forma de hacer que la república cortesana sea democrática.