TW
7

Cuando caen cuatro gotas de lluvia, Palma se atasca. Es una frase de uso común que expresa la resignación de vecinos y foráneos. Pero si se trata de un temporal de mil demonios, la ciudad se sume en el caos; entonces, la mansedumbre inicial deviene irritación profunda, que empeora con la percepción de la ausencia de una policía local que ayudara a suavizar el desorden. No se ven guardias en las calles, ni cuando llueve ni en los atascos cotidianos que se suceden cada vez con mayor intensidad en puntos de la capital perfectamente identificados.

Anotemos, pues, las deficiencias de organización de un cuerpo policial al que esta misma semana se han incorporado una treintena de agentes en prácticas del centenar que han aprobado recientemente la oposición. Si añadimos a la incompetencia municipal, la falta de aparcamientos y la manifiesta hostilidad del Ayuntamiento al vehículo de cuatro ruedas podremos empezar a tener una visión de conjunto. Es incuestionable que la población se ha incrementado exponencialmente en los últimos años –hecho que, por cierto, el Govern de Armengol argumenta para demandar mayor financiación al Estado–, con el consiguiente aumento de la densidad de tráfico, sin que en paralelo hayan aumentado las dotaciones urbanas que permitirían aliviar la congestión diaria. Desde el mes de abril se viene hablando de la construcción de un aparcamiento subterráneo en la calle Metge Josep Darder, entre Son Canals y Pere Garau. De llegar a buen puerto la iniciativa, está por ver cuándo, será el primero en nada menos que catorce años. En 2007 se abrió el último equipamiento de estas características, después de que en seis años lo hicieran otros ocho. Es ilustrativo repasar quién gobernaba en cada momento.

Con la idea de que los aparcamientos atraen más tráfico, la izquierda gobernante se resiste a la posibilidad de mejorar la circulación en la ciudad. A la voz de Hila y cierra Palma se avanza a buen ritmo en la política de peatonalizaciones. La ampliación del área de circulación restringida de Sant Jaume es la más inminente, pese a la firme oposición de empresarios y comerciantes que se han organizado en la plataforma Recuperem Palma, ante cuyas protestas el alcalde de Palma se ha dignado a recibir a sus representantes y escucharlos sin que ello signifique «que vaya a paralizar ni dejar de hacer nada de lo que vamos a hacer», ha dicho Hila, reafirmándose en la implantación de su controvertido plan ‘Palma camina’. Por contra, el concejal más cuestionado de Cort, Francesc Dalmau, reiteraba que las limitaciones en la zona de Sant Jaume no entrarán en vigor hasta que se haya reunido la comisión ad hoc. Sin saber a quién creer, ni alcalde ni concejal cuentan con excesiva fiabilidad; sus prohibiciones no van acompañadas de alternativas al tráfico rodado, de manera que las medidas supuestamente encaminadas a reducir la contaminación y ganar en calidad ambiental generan rechazo ciudadano, al menos por parte de aquellas personas que necesitan, o simplemente quieren, utilizar su coche.

Lo siguiente es el debate en el Parlament para ‘favorecer’ la creación de más carriles para las bicicletas y reducir los desplazamientos de vehículos a motor. Más les vale a PSOE, Més y Podemos que cuando toquen las elecciones no haya llovido ni esté nublado.