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De una cumbre del clima se puede esperar lo mismo que de un disco nuevo de Izal y ambas cosas han coincidido esta semana. Lo que se escucha en ambos no le puede disgustar a casi nadie porque son cosas que no están mal. Ahora, que nadie espere una revolución. Izal es un grupo de música independiente de notable éxito en los últimos años con la fórmula de hacer exactamente lo mismo que los grupos españoles de este tipo llevan haciendo desde que empezaron a llamarse así y de eso ya hacen tres décadas. Es un fenómeno de apoltronamiento curioso comprobar las pocas variaciones entre los independientes.

El éxito al final se basa en juntar mejor los elementos que ya habían funcionado antes sin alterar la fórmula para que sea reconocible. El público envejece, los músicos también sin cambios que alteren el confort. Es lo mismo que producen los mandatarios mundiales cuando se juntan para hablar del cambio climático. Están todos preocupadísimos en los discursos oficiales. Hay que actuar de una vez, dicen unos y los otros. En los acuerdos, las medidas prácticas carecen de cambios que alteren la comodidad económica mundial. Se trata de tocar lo mínimo imprescindible para que parezca que se aborda el problema sin dejarse la piel en ello. Los compromisos son siempre a largo plazo. En la cumbre del clima de Glasgow, una década equivale a un día en el exterior.

Reducir las emisiones de aquí a 2040 es un objetivo plausible. De aquí a 2025, algo que ni siquiera se pone encima de la mesa. Es lo que ocurre con los problemas importantes, que se abordan con seriedad, no se vaya a dar un paso en falso. Los líderes se adaptan a su público poco a poco, sin darles sobresaltos, como el indie español. Luego a los segundos les pasa como a Rosalía y se quedan sorprendidos cuando los adolescentes les ignoran. Lo mismo que les pasa con los jóvenes a los líderes.