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Alguien comentó –con bastante gracia, a mi entender –que, después de lo del volcán de la Palma y de la pandemia– sólo le quedaba al presidente Pedro Sánchez afrontar una invasión extraterrestre. Es posible que así sea, pero lo que me pregunto desde entonces es cuánto duraría cómo noticia este asunto (de confirmarse, claro está) en esta era de la inmediatez. Si antes (antes de qué, esa es otra cuestión, qué fue lo que se llevó ‘antes’ por delante); si antes –digo– una noticia se comía a la otra, la información (o el consumo de ésta) viene a ser una disciplina caníbal sin tiempo para la digestión pausada. Ejemplo: antes era muy fácil guardar montañas de periódicos de papel y una tarde de no hacer nada te ponías a recortar, seleccionar y archivar. Ahora no, ahora las noticias duran cinco minutos y dan sorprendentes giros de guión como si no hubiera una secuencia lógica. Aquello de las serpientes de verano –esas noticias que se reservaban para los meses esos que, antes, eran de sequía– lleva camino de extenderse al resto de estaciones. Antes de archivar una noticia, las siguientes la han hecho inútil. Es muy posible que sin procesar el anuncio de una invasión extraterrestre, se habría incorporado ya el hecho a su negación en las redes y –si la invasión no hubiera supuesto su cierre– al del Parlamento. Es posible que, como sucedió con la pandemia, también se hubiera declarado el estado de alarma (o el de excepción y sitio) y todo eso había provocado todavía más intranquilidad. Qué rápido pasa todo. Y que acelerones para enterrar un asunto con otro. Qué rápido va todo. Qué prisa. Ya hace tiempo que las calles se han vestido de Navidad y, por si eso no bastara, otra vuelca de tuerca este año. Casi se incita a celebrarla ya por anticipado este año ante un presunto desabastecimiento que nos dejará sin turrón, cava y güisqui. Horror. ¡Paren! Antes de que vengan los extraterrestres.