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También podía haberse llamado Su vida porque el libro es tanto biografía como autobiografía. La autora de la biografía es una conocida periodista y escritora que cumple acertadamente con su cometido. El autor de la autobiografía es el hotelero más importante de la historia de España. El libro, muy bien editado y con interesantes fotografías, es lo que los americanos llaman un coffee table book, de los que se dejan encima de una mesa una vez leído. Cada capítulo, que va precedido de una cita pertinente, analiza la evolución de Gabriel Escarrer y de sus empresas cronológicamente.

Todo comienza con los progresos de un joven mallorquín que se lanza al mundo de las agencias de viajes como empleado y al de arrendamiento de hoteles después. Su temprano aprendizaje con Thomas Cook en Inglaterra le permite conocer el mundo de la turoperación. Para vender los escasos hoteles que entonces gestionaba, realiza viajes comerciales a Suecia y a Inglaterra estableciendo magníficas relaciones, especialmente en el caso de Vingresor, el gran operador nórdico, que desde fechas tempranas le cambió financiación para construir o mejorar hoteles por cupos de habitaciones.

‘Hoteles Mallorquines’ supera la inicial gestión de establecimientos de 2 y 3 estrellas con la compra de algunos hoteles en el paseo marítimo de Palma y la expansión controlada en los lugares clásicos del turismo de sol y playa: las islas y la Costa del Sol.

La quiebra de Court Line en 1974 causó un terremoto en el sector receptivo español. Court Line era una línea aérea chárter especializada en vacaciones baratas en el Mediterráneo, especialmente en España, a través de sus subsidiarias, Clarksons Travel y Horizon Travel. Juntamente se especializaron en la venta de paquetes baratos que permitieron por primera vez a la clase trabajadora inglesa tomar vacaciones de sol y playa, e iniciando el turismo de masas.

Tras la superación de esta crisis, el grupo, llamado ahora Hoteles Sol, se convierte en la primera cadena hotelera española. Escarrer, siempre adelantado, pone en marcha algunas innovaciones decisivas en la industria turística receptiva como el bufé y el control de los suministros, tras haber sido pionero también en el márketing turístico.

En los años 80, la verdadera década prodigiosa, empieza la gran expansión, primero en España y luego a nivel internacional, con la apertura en Bali del primer hotel de la cadena fuera de España. El nuevo nombre Meliá International Hotels ya indicaba la tendencia.
Desde entonces, la evolución es bien conocida: el Caribe, especialmente Cuba, hoteles urbanos en Europa y la gran expansión en Asia. Lo nuevo es casi todo de cinco estrellas, lo que coloca a Meliá en el top mundial del hotelería vacacional y en un magnífico lugar en la de ciudad.

La salida a Bolsa en 1996 de la empresa de gestión hotelera fue también la primera de un grupo hotelero español. La rápida expansión se lleva a cabo a través de contratos de gestión y de alquiler. El secreto ha estado en contar con unos socios capitalistas estables en varias partes del mundo.

La solidez del grupo empresarial le ha permitido salir casi indemne de la quiebra de Thomas Cook en el año 2019 por la poca dependencia de la turoperación. Un tercio de las ventas se realizan a través de su propio sistema.

La apuesta por la gestión ecológica le ha situado también en la vanguardia en este campo en el que ha obtenido algunos reconocimientos mundiales.

El epílogo, la autobiografía, es de obligada lectura para los que se dedican a este negocio. En él resume su filosofía de hotelero, dejando algunas perlas, como por ejemplo: «Hoy en día, los hoteles son los edificios más representativos de las ciudades». Revela aquí su apuesta por la formación profesional y añade un texto final emotivo dedicado a su familia: ‘Mi mejor obra’.

Mi vida está muy bien como está. Su vida merece una revisión y una puesta al día dentro de unos años, que entre en menos detalles de la cadena hotelera y amplíe el área de estudio no solo al protagonista, sino a sus contemporáneos –la increíble generación de hoteleros baleares– y a otros personajes de estos últimos sesenta años en las Islas. Al citar el logo de Joan Miró, por ejemplo, que supuso la transformación de la publicidad turística en el mundo, no menciona al editor Pere Serra, que fue quien no solo me abrió las puertas de la casa del pintor, sino que fue trascendental en la elección final del boceto que entregué al ministro Barón y fue aprobado por el Consejo de Ministros.

Una nueva edición permitiría también corregir deslices debidos al corrector de textos: «El invierno australiano» (es austral) o el de Wagon Lits –en vez del correcto Wagons Lits– y resolver el lío que los periodistas no especializados se arman con las cifras de este negocio: el número de chinos que viajan al extranjero o la traducción del billion americano, que debe ser mil millones y no un billón de dólares. También se podría aprovechar para suprimir las innecesarias exageraciones como los treinta grados bajo cero que habría sufrido el protagonista en sus giras nórdicas, que se limitaban a Estocolmo y Gotemburgo, donde el termómetro rara vez baja de los 10 grados negativos.

Son cosas menores que no deben hacernos perder el foco en la gran obra de Gabriel Escarrer, que de la nada ha creado un imperio de cerca de 400 hoteles en cinco continentes y que da trabajo a más de 45.000 personas.