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La pasada semana en el teatro municipal Catalina Valls de Palma se visionó un interesantísimo documental del 2018, confeccionado a base de entrevistas a Ben Gurión, conservadas a lo largo de los años. El teatro, lleno hasta donde establecían las normas de la pandemia, permitió que un centenar de mallorquines siguiésemos las palabras del líder judío, que, aunque en hebreo, llevaban subtítulos en castellano.
Presentó el acto Jacqueline Tobias, la incansable presidenta del Instituto de relaciones culturales Baleares – Israel, arropada por la Comunidad judía de les Illes Balears. Curiosamente también estaban programadas para estas fechas tres películas más de producción israelí, pero el Ayuntamiento de Palma no ha podido tener el local disponible.
Debo reconocer que muy poco sabía yo del legendario Ben Gurión, e imagino que algo parecido les sucedía a los espectadores que llenaban la sala. Recuerdo, de adolescente, su imagen en los NODOS, con su cabellera característica y su expresión de firmeza, pero poco más. Por aquella época, años cincuenta, pudimos enterarnos del drama israelí a través de dos películas americanas, la primera, reflejando el acoso a los primeros kibutz establecidos en Palestina, protagonizada por Kirk Douglas, y la segunda –Éxodo– recogiendo los momentos iniciales de la emigración europea hacia lo que sería Israel, protagonizada por Paul Newman, ambos actores, americanos y judíos.
La primera sorpresa del documental sobre Ben Gurión, es la firmeza de su carácter. Este político israelí de origen polaco, nacido en 1886 y emigrado a Palestina en 1906, o sea a sus veinte años, tiene ya desde joven el convencimiento o iluminación de que algún día la Palestina bajo dominio turco y más adelante bajo mandato británico, verá reconstituido el Estado que destruyeron los romanos. De ahí que en 1915 el activista sea expulsado del territorio por las autoridades turcas.
Pero hay algo más que iluminación en nuestro personaje, puesto que es consciente, por puro realismo, de que el futuro Estado debe construirse desde la paz con los palestinos. Pronto dirá que ésta es más importante que el territorio. De ahí que, alcanzado el Estado y siendo su primer ministro, disienta de futuros gobernantes como Golda Meir o Moshe Dayán. Piensa que hay que conservar fronteras, como las de los Altos del Golán, pero que todo lo demás es negociable a cambio de paz.
El Ben Gurión cuya palabra e imagen vemos reproducida en el documental, además no es un político corriente. Sin utilizar a Dios, cree en Él, en el Dios que encuentra en lo más hondo de su ser. De ahí las alusiones a su palabra, con un conocimiento exhaustivo de los textos bíblicos, en especial de los profetas. Ya quisiéramos en la Europa de hoy, hija de la cultura judeo-cristiana, greco-romana y germánica, distinguir a políticos guiados por la presencia de Dios.
Otros detalles se desprenden del documental. La ayuda del canciller alemán Konrad Adenauer a la construcción de Israel, algo que rechazan muchos israelíes, pero que Ben Gurión acepta de buen grado. Y finalmente, el retiro de éste, en 1961, y no para irse a un casoplón de Tel Aviv, sino para trabajar en un kibutz, la comuna agrícola en el desierto, donde fallecerá. Buen ejemplo para muchos políticos de hoy, incluso israelíes. ¿Qué pena que documentales como este solo puedan ser vistos por un centenar de mallorquines.