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Me sorprende que Koeman, que con un zapatazo en la prórroga le dio al Barça su primera Champions, acabe su periplo de entrenador como una especie de villano, con su coche golpeado a la salida del estadio. No me sorprende dado que los agresores no habían nacido y debido al exorbitado ego de su edad niegan todo lo anterior a su nacimiento. Me sorprende que a los futbolistas no se les conceda un permiso para asistir a la boda de un hermano.

Así le ha sucedido a un jugador del Leganés que acabó desoyendo las órdenes del club y presentándose en la misma. No me sorprende que el entrenador diga que no jugará más en su equipo porque los ha dejado colgados. Una vez más el fútbol no entiende de sentimientos sino de intereses. Cualquier trabajador protestaría si se le impidiese asistir a la boda de un pariente de primer grado ya que todos los convenios laborales amparan este permiso. Ciñéndose al estatuto de los trabajadores, me sorprendería que un futbolista no pudiera disfrutar de idéntica licencia. No me sorprende que Carmen Mola fueran unos tíos peludos. Hace un par de años con el éxito de su primera novela ya leí en diversas publicaciones que se trataba de un hombre, aunque jamás hubiera apostado por tres como lo hizo la escritora Ana Ballabriga en 2020 cuando todavía se creía que Carmen Mola era mujer: «un bar con 3 tíos tomándose cervezas».

Me sorprende que un ¿crítico? diga en un periódico digital: vergüenza en el cine español: Almodóvar se queda sin Oscar a favor del discurso progre de Bardem. Luego asegura que no ha visto ni una ni otra, pero que se trata de un ridículo mayúsculo porque se teme que sea el enésimo discurso progresista del director Fernando León de Aranoa. Con un par de huevos, mola ser un ignorante.