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Pueden creerme. No es la primera vez que escribo sobre el tema. Ya lo hice el pasado 18 de agosto en mi columna habitual en este periódico. Como veo que, aunque «todo está dicho, (…) nadie hace caso», voy a confiar, por una vez, en la eficacia de la machaconería. Esto es, como dijera el comunista André Gide: «Hay que repetirlo mil veces».

Recuerdo muy bien el griterío de la izquierda, ampliado por sus conocidas terminales mediáticas, cuando, en tiempos no muy lejanos, Mariano Rajoy situó el coste del megavatio en 68 euros. Con este Gobierno socialcomunista, ese precio casi se ha triplicado. Pagamos el coste más alto de toda la Unión Europea. Sin embargo, ahora aquellos voceros ideológicos, tan independientes ellos, se han quedado mudos.

Supongo, amigo lector, que, al menos, recordará las promesas de ‘sanchistas’ y ‘podemitas’. Para todo, fuese lo que fuese, tenían la solución. No había que preocuparse. ¿Qué piensa ahora, sufrido ciudadano? No me diga que no lo ha notado en la factura. Y, ¿qué va a hacer? Como será la cosa que, hasta para la vicepresidenta Yolanda Díaz, el precio de la electricidad en la industria supone un lastre para la economía y las empresas. ¡Evidente!

Si, por una casualidad, lo anterior no le pareciese suficiente, le doy otros datos que estoy seguro habrá notado hace tiempo. Los carburantes han encadenado seis semanas consecutivas de ascensos. Llenar el depósito de un coche viene a costar ahora 15 euros más que hace un año. El litro de gasóleo ha subido, en el último año, más de un 30 %.
El butano se ha incrementado un 33 % en el último año. Total: según datos de la OCU, la subida de la energía en su conjunto supondrá un sobrecoste al año de 753 euros para las familias. ¿Se ha preguntado como lo están pasando los pequeños transportistas? ¡Toma del frasco, Carrasco!

Ya se puede imaginar las consecuencias reales del panorama anterior en muchos negocios. No hay más que mirar a un lado y a otro de la calle. Son muchos, incluso de marcas acreditadas, los que han cerrado y otros están prácticamente vacíos. Habrá despidos, pérdidas de salarios, subidas de precios y mucho sufrimiento en las familias.

¡Y lo que faltaba para coronar el pastel! En todo este inmenso galimatías, en continuo ascenso, el sector de la alimentación, como era de esperar, también ha asomado la oreja. Le afectan los precios al alza de la energía eléctrica, del transporte y de las materias primas. A las puertas de Navidades, las grandes cadenas de alimentación ya han anunciado las subidas de precios. Se encarecerá, por tanto, la cesta de la compra. ¿Sabe cuál es el problema, sufrido lector? Que lo pagaremos todos, usted y yo, su familia y la mía, su bolsillo y el mío. Pocas bromas. Lo que está en juego es su dinero, su tranquilidad y el futuro de sus hijos. Mientras tanto, ellos cohabitan en la seguridad de las pesebreras públicas, que también se alimentan con dinero de todos. ¿Habrá que repetirlo mil veces, a ver si nos enteramos y tomamos nota?

¡Ojalá, no! Hay que atenerse a los hechos. Dejarse de ideologías mentirosas. Impedir que le engañen a uno. Ser consecuentes.