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Si España es diferente, solo lo es porque lo que en el mundo es criminal, aquí es deporte nacional, tendencia o principio del movimiento nacional correspondiente. Si a una madre narcisista que golpea cotidianamente a un niño por no saludarla con fervor, un sádico funcionario la absuelve aplaudiendo. En otro país, lo golpean cien mil veces más por pura proporción. Si un niño merece correadas impunes por no saludar a la líder-madre, imagínese las correadas que debe recibir quien ve maravilloso el acto sádico y terrorista. En el mundo, el narcisismo y las sectas que engendra fueron proliferando hasta engendrar la nueva normalidad. En las sectas de cualquier color, aunque todas suelen ser higiénicas, curiosamente, los adeptos reniegan del género humano, no reconocen valor alguno al trabajo o ni actos del compatriota, negando toda posibilidad de interesarse por alguien que no sea la imagen de ellos mismos. En las sectas se da por muerta a la humanidad, se crean teorías de catástrofes que exterminará a todos... menos a los adeptos, claro está. Los líderes lo saben todo antes que abras la boca, toda grabación es delito y los adeptos solo están para agradecer pertenecer a los escogidos para sobrevivir y dar las gracias por salvarles a los líderes que los apiñan y disciplinan. Llaman ciencia a coordinarse para llevar a cabo la profecía: la muerte masiva debe provocarse, facilitarse, cargarse al mundo no sectario, pues quienes no se unan al movimiento están muertos en la mente y manos del adepto. La clave del éxito de Franco es que su movimiento sectario, tan psicópata y previsible como en Europa en los 30, se impuso y así en España todo lo que huele a secta despierta reverencias o parálisis mental. Todo menos asco y acción defensiva. Los franquistas de antes te daban el pasaporte tras un cursillo donde aconsejaban no viajar pues «a los españoles no nos quieren». En toda secta quien no ayuda a matar y aporrear al niño o al no adherido, es acusado de «no querer al líder ni a la familia». Por eso les decían que «los extranjeros no nos quieren» porque no son, en principio, ni miembros de la secta ni subanimales aporreaniños. Hoy puedes escoger sectas oficiales o terraplanistas pero sectas a mansalva con sus correspondientes gurús psicópatas. Y se acepta tan felizmente que el pasaporte no sea válido ya y que sea sustituido por una cartilla válida solo dependiendo de las veces que te meten substancias en las venas, que podrán ser infinitas y cada mes.