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La ancestral prudencia isleña recomienda no dar el trigo por recolectado hasta tener el saco en la báscula –no diguis blat que no sigui al sac i ben fermat–, pero la propaganda política se lleva por delante hasta los atavismos más profundos.

El Govern de Baleares ha adquirido una especial habilidad en la presentación pública de grandes proyectos para mayor brillo de las medallas que se auto impone. Las campanadas propagandísticas más recientes, fondos europeos y Régimen Especial de Baleares (REB), llevan a perder la cuenta de la millonada de euros que ha de llegar a las Islas.

Diez años para gastar más de 4.600 millones procedentes de Europa en proyectos que se adornan con la terminología propia de los mantras de la progresía: ejes transversales, diversificación económica, sostenibilidad, cohesión social, y así. Entre las iniciativas no podía faltar, lógicamente, el tranvía de Palma, que va ya por la enésima aparición. Y las que faltan.

El inicio, ha dicho Armengol, del mayor ciclo inversor y transformador de la historia de Baleares. Frase sin duda para esculpir en bronce. El correlato de tanta magnificencia, la creación de más de 70.000 puestos de trabajo. Tan fantásticos vaticinios los hacía la presidenta ante una representación social muy amplia, satisfecha y entusiasta, pero… al margen del Parlament donde, al menos sobre el papel, se salvaguardan los intereses generales, de todos.

Frente a tanta fastuosidad, las inquietudes ciudadanas son, hoy mismo, bastante más prosaicas: el recibo de la luz que machaca a familias y empresas, el puesto de trabajo, cuando lo hay, el incremento de precios que desbarata las economías particulares.

Igualmente, el gobierno municipal de Palma, en un intento vano de paliar el extendido enfado ciudadano por el estado de la ciudad, se apunta al anuncio de los millones a futuro, hasta 2040, a cuenta del que ha de ser, si los hados colaboran, el nuevo Plan General de Ordenación Urbana.

La segunda pata de la euforia presidencial es el centenar largo de millones, concretamente 183, que han de llegar, otra vez el porvenir, del llamado factor de insularidad, vinculado al REB, una aportación que pende de los Presupuestos Generales del Estado cuya tramitación se inicia mediante el acuerdo de PSOE y Podemos. Sin embargo, todavía faltan los apoyos del resto de socios de Sánchez y las facturas a presentar por sus votos.

Sin pretender llamar al mal tiempo, no sería la primera vez que los pactos en firme con el ministro de turno sufren variaciones, siempre a la baja, por la existencia de compromisos de mayor peso del que pueda tener el Govern de Armengol. De hecho, el último REB fue aprobado en febrero del 2019 y hasta estos días no ha habido cifras concretas con destino a Baleares.

A la espera de que se conviertan en realidad, el PSOE viene de votar en contra en el Senado a la inmediata aprobación de la fiscalidad especial para las Islas prevista en el REB, propuesta por el PP, que por cierto tampoco quiso saber nada de las desventajas de la insularidad cuando en su mano estaba adoptar las decisiones.

La presidenta tiene los titulares hechos para su campaña electoral, salvo que la sabiduría cervantina le obligue a poner los pies de nuevo en la tierra. Decía Don Quijote: Cuán largo me lo fiais, amigo Sancho.