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Si hay algo claro en el fascismo es que fue un estado de terror adoptando un disfraz higiénico. Nueva religión y nueva medicina juntos. Aunque no se recuerde, la medicina era un arte ejercido, desde Grecia hasta el s. XVIII, por gente sencilla, pero cuyas habilidades y sentido del orgullo humano les llevaba a actuar para curar y atacar a los enemigos del cuerpo humano. Como los marinos, ejecutaban un arte. Ni posición ni dinero eran su meta y menos aún, poder y gobierno.

En el s.XVIII cambió. El rey divinizado quería funcionarios serviles y se abrió la puerta de la medicina a quien buscara dinero y posición. Obviamente, numerosos psicópatas que despreciaban la medicina del juramento hipocrático se apuntaron. El doctor Turnbull, personaje histórico protagonista en mi libro La odisea de los Minorcans, engañó a más de mil menorquines para ser colonos en Florida donde los secuestró y mató a centenares de enfermedad. Un depredador con título médico. La «nueva medicina» desplazaría poco a poco a la mayoría de doctores del cuerpo humano. Los cazadores de dinero eran patanes enemigos del cuerpo humano. Los psicópatas, además, matan siempre que ven debilidad. La «nueva medicina» de antes de Hitler, vivero de psicópatas, empezó a hablar como los políticos: el cuerpo humano individual es una molestia, lo que vale es «el cuerpo social», la comunidad obediente, la marea y la hidra es el cuerpo a preservar. Así, la clase más representada en el nazismo es la médica con un 44%. «El judío y el débil hay que extirparlos con precisión quirúrgica y hay que eliminar las cargas para el Estado» repetían. La sociedad es el cuerpo. El cáncer del cuerpo no se opera sino que se opera el «cáncer social» de los desobedientes o débiles. Franco y su secta eliminaron a muchos doctores aun decentes y obligaron a los pobres a un «seguro social» que no operaba de cáncer al no funcionario, pero le controlaba y dejaba morir si no sirve.

Como la nueva religión, la nueva medicina fue fruto de la muerte de la memoria del pasado y la idea de futuro. Quien no crea que hay otro mundo y sí que las manos que «te alimentan» son Dios, curiosamente acepta que el Juicio Final no está en el otro mundo pero sí aquí. Dios es la comunidad y sus cabezas de hidra. La nueva fe fascista cree en el Juicio Final, pero negando totalmente un más allá, suplanta a Dios con el grupo divinizado. Y los condenados en el más allá de Dante por traición, homicidio, blasfemia, hipocresía y flaso testimonio suben a la Tierra como tus verdugos aquí por el simple hecho de haber nacido humano.