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Llevamos casi dos años de penalidades, desgracias y tragedias. Quizá todo lo que está sucediendo ahora mismo es algo así como la traca final, sin la celebración de una fiesta grande de un municipio. De entrada, continuamos oscilando entre el incremento de contagios víricos y el descenso de los mismos. Cada tanto en tanto, el Govern intenta animarnos contando lo bien que andamos, y avanzamos de la mano del Gobierno y, sobre todo, de la Unión Europea que, al final ha sido la única institución que ha mandado millones a España, una parte a devolver, y otra sin retornos, como compensación de la pandemia, cuyo estipendio ha sido descomunal.

No habiéndonos terminado con enfermedad, nos sentimos angustiados por malas noticias en muchas partes del mundo. Principalmente, nosotros que un día mejoramos y otro retrocedemos. Desde mediados de agosto tuvimos los primeros aguaceros de granizo cual pelotas de golf, arrasando con buena parte de viñedos de Ribera del Duero, los frutales, vegetales, produciéndose un aumento de precios de alimentos. Igualmente, y sin entender razón, las empresas eléctricas y gasísticas, elevando los precios del consumo como nunca visto. Las Balears se han convertido en la región más cara de España, utilizando productos alimentarios de calidad mediana, frente al resto de comunidades que pueden elevar precios a sus productos comestibles que son autóctonos de primera calidad, algo con lo que no podemos competir dado que cuanto teníamos en Mallorca ya no existe. Todo viene de fuera y de regular calidad.

El presidente de Estados Unidos, precipitadamente, puso en marcha la retirada de los soldados americanos de Afganistán, quienes protegieron y arbitraron las luchas intestinas. Luego, todos los países intervinientes, también abandonaron a toda prisa, los españoles igualmente. De entrada, hubo altercados en el aeropuerto Kabul con varias docenas de fallecidos. Y en un plazo de quince días salieron de allí afganos trabajadores en embajadas, traductores y profesionales, junto con sus familiares, arribados a Madrid, donde se les instaló, momentáneamente. Qué, sumados a los cientos de inmigrantes llegados, alcanzan un elevado número de personas, sin prevención ninguna.

Por último, el volcán de La Palma en erupción a gran escala, barriendo casas, cosechas, plataneras y habiendo evacuado miles de personas que lo han perdido todo. Gente trabajadora a destajo, con sus viviendas arregladitas y sus buenas producciones. No podemos debiéramos quejarnos, pues lo acaecido no tiene parangón los sucesos de Balears. Ayudemos a los otros.