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Cuando llegué a Son Roca hace dos años comprendí que esta periferia de Palma, especialmente Son Ximelis, urbanización de unas cinco mil personas, es terreno de misión… ¿Quién eres tú? –me pregunto un joven de una pandilla con la que me crucé una tarde por la calle–. Soy un sacerdote –le respondí. ¿Y qué es un sacerdote? Insistió él, con frescura inocente… Me había confundido con un predicador.

En Son Ximelis, al principio frecuenté la calle y visité domicilios particulares hasta que el virus puso problemas a aquel movimiento de evangelización al que pusimos por nombre Cafarnaúm. Fue entonces cuando decidimos convertir en misión juniperiana el espacio circundante de la iglesia de Son Roca, que se sumaría a las cuatro misiones ya existentes, edificadas según el espíritu de San Junípero: Santa Ponça, Magaluf, Sant Elm de s’Arracó y Son Ferrer.

La misión de Son Roca (2021) se diferencia de las otras por su simplicidad y sobre todo por su apertura a Son Ximelis. Consiste en un jardín, presidido por un altar, una cruz y las imágenes en cerámica de la Virgen y de S. Junípero. Allí está un itinerario catequético hecho en cerámicas, y una huerta para los pobres, con hortalizas y árboles frutales… Verdad: la Iglesia es misión.