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Ni siquiera Caín y Abel (que solo eran dos y no más que dos) se pusieron de acuerdo en nada. Y por esto acabaron mal y tal cual la totalidad de los humanos a través de los tiempos y los lugares más próximos o lejanos. Los hombres (y las mujeres, claro) no hemos coincidido en nada en lo que se refiere al cien por cien de cuestiones. De ahí los conflictos interminables que van desde las épocas remotas (la de los cromañones) hasta casi hoy. Digo hasta ‘casi hoy’ porque ¡al fin! aconteció el milagro: el primer acuerdo totalmente internacional y como excepción al desbarajuste global de todas las épocas.

Tanto da que nos remontemos al pretérito perfecto, como al imperfecto o al mismísimo pluscuamperfecto: siempre nos topamos con los mismos huevos y ovarios revueltos en desacuerdos, disputas y luchas sin pausa. Y tanto da que dirijamos nuestros dos ojos (si antes conseguimos que se coordinen pacíficamente focalizándose en un único sentido) hacia oriente, occidente, arriba o abajo: nadie nunca ni jamás ha coincidido en opiniones, decisiones, actos o pactos con respecto a lo que fuere. Nunca. Pero ahora, ¡al fin!, en nuestros días, ha ocurrido el milagro inaudito de nuestra historia total, global, general, capitana y cabal. Dirigentes políticos, sociales, económicos, sanitarios, matasanos y hasta intelectuales del planeta han logrado en su beneficio (y contra el resto de los mortales) un acuerdo decisivo y decisorio para engañar a todas las gentes.

Desde Irán a Irún; desde la Corea del Norte desnortada con su dinastía comunista, hasta Kansas City con su capitalismo salvaje sin Tarzán liándola parda; desde el Polo Norte al Polo Sur y desde los países esencialistas y fundamentalistas a los accidentales o incidentales, tanto da, todos, todos, sin excepción alguna, todos los poderes de la Tierra al fin ¡han coincidido en algo! Han coincidido y acordado en montarle al personal terrícola el mayor y más colosal engaño de todos los tiempos: ¡el de la COVID-19!

Gracias a los secretos controles gubernamentales de la totalidad de los gobiernos y a sus medios comunicativos ocultos y a altas reuniones en la clandestinidad más absoluta, estos gobernantes variopintos, los nuestros, los de todos, han inventado el cuento de la COVID para engañarnos como a los propios chinos, también engañados, y todo para eliminarnos con enfermedades no declaradas y sobre todo con inyecciones de pseudo vacunas que no son en realidad más que puro veneno que nos inocula sustancias chipiosas (de chip, se entiende) para enfermarnos y controlarnos. ¡En el mundo hay excesiva gente y sobramos más de nueve décimas partes! Esto es lo que pensaron estos dirigentes de todo el mundo, razas, religiones, ideologías y colores y estaturas. Lo pensaron y actuaron en consecuencia logrando una unanimidad de pareceres por primera vez en el universo. Sacaron el cuento del virus y el arma letal de la vacuna monstruosa.

Nos lo han hecho creer todo gracias a una magnífica coordinación de mafiosos diversos tan eficaz como única hasta el momento presente. No hay enfermos de virus en los hospitales, no hay pandemia ni pan con chocolate, ¡no hay nada! Solo engaño generalizado y la Gran Conspiración, la del total éxito increíble. Ni la llegada futura del hombre al planeta WX-23@ supondrá un éxito semejante. O sea, que flipamos por un tubo.