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Todavía suena el eco de un espectáculo de insultos y puñaladas de frente, nada de por la espalda y con sonrisa. El otro día salió a discursear el secretario del PP, Teodorico, nunca bien ponderado perito en huesos y agente de compras, para mostrar en plan vicario la firmeza de Casado contra las maniobras de Isabel Ayuso para controlar el partido en Madrid como trampolín hacia La Moncloa. Hay brillos de facas. A García Egea le llamo Teodorico por lo de chiquilicuatre. Es lo que se deduce de los calificativos de Esperanza Aguirre, la exaspirante a lideresa de hierro, que no tiene continencia verbal y habla de niñatos, refiriéndose al alcalde de Madrid y su entorno, y califica de chiquilicuatres a dirigentes de Génova 13. Ella está con Ayuso, a quien llaman algunos la ‘lideraza’.

Consulto el Diccionario para comprobar que los dos términos están incluidos, por lo que son aplicaciones correctas y de recurso constante en la riada de insultos que lanza un día sí y otro también el predicador del alba en su radio cutre. Esperanza le sigue. Lo friquis se autoalimentan. Teodorico debe de estar muy tocado con lo de chiquilicuatre porque airea la corrupción en el PP madrileño en tiempos de Aguirre, la señora de las ranas, que todavía está pendiente de sus ciénagas.

Reflejo de navajas y virulencia en esta especie de lucha a dos bandas: entre Ayuso y Casado, entre la vieja guardia y los nuevos niñatos y chiquilicuatres. La crítica de desprecio con cierto toque clasista. Hombre, es sórdido, pero desde fuera es divertido porque dará mucho juego. Sucio, claro.