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Escuché el otro día al presidente Sánchez explicando su plan de choque para bajar el recibo de la luz detrayendo los beneficios de las compañías eléctricas, y no entendí nada. Nada de nada. No es lo mismo no entender el recibo de la luz, que es de una complejidad apabullante parecida al misterio de la Santísima Trinidad, y total no lo entiende nadie, que no entender nada de lo que perora el señor presidente, hombre sencillo y hasta simplón la mayoría de las veces. Valiente comentarista político estoy hecho si ya no entiendo ni los anuncios del Gobierno, que suelen ser para niños pequeños.

Con expresión decidida, gesto autoritario y verborrea de experto, el presidente informó cómo iba a zanjar de un plumazo el calamitoso asunto de la luz, y me quedé estupefacto sin entender palabra. Estudié al día siguiente varios periódicos, y aún fue peor. Como si escuchase el discurso, grave y solemne, de un experto en vinos. Ya saben. Petulante en nariz, muy engreído y brioso en boca. Retrogusto francamente cursi. En fin, cosas así. Es cierto que cuando este presidente Sánchez, en vísperas de la mesa de diálogo, asegura que rechazará hablar sobre la autodeterminación (y entonces de qué piensa dialogar), tampoco entiendo lo que dice.

Me disculpa en este caso que se trata de un asunto muy abstruso, sentimental y unilateral por ambos lados, más teológico aún que el misterio de la trinidad mencionada. ¡Pero lo de la luz…! Qué es eso de detraer beneficios de las compañías, por favor. ¿Se podía hacer y nos lo cuentan ahora? Dado que inmediatamente, ese mismo día siguiente, el coste de la luz se desbocó, y pegó otro salto extraordinario mientras mira por dónde las eléctricas sufrían caídas en Bolsa, por un momento me hizo pensar que igual sí, que se podía hacer. Detraer beneficios, sea eso lo que sea. El griterío despectivo de la derecha (ojo, a nuestra derecha tampoco la entiendo), calificando de ridiculez propagandística esa maniobra presidencial, parecía ir en el mismo sentido. Que acaso sí. Y ni con tanta reflexión entendí yo nada. Bueno, una cosa. Que si Casado quiere ser Trump, y parece que quiere, deberá ingerir mucha más comida basura. Le faltan 47 kilos de masa corporal.