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En la primera entrevista concedida tras su operación quirúrgica, el papa Francisco denunciaba la cultura del descarte la cual actúa de la siguiente manera: lo que no sirve se tira. Y lo que se tira es humano. Se tiran los ancianos mediante sofisticadas métodos de eutanasia, se desguaza al no nacido porque va a ser un estorbo, y se destruye al enfermo porque ya no puede trabajar. Se destinan trillonarias cifras de euros, de dólares y de pesos a la creación, sostenimiento y automatización de clínicas de abortos y todo ello en nombre de una Justicia que nunca llegará… porque ya se estará muerto cuando se presente. Desde una autoridad humana que desoye el verdadero concepto de Auctoritas –defensa del bien y condena del mal– el ‘que manda’ empuja al individuo hasta el chiquero donde él mismo se quitará la vida sin necesidad de pelotón de fusilamiento porque no tiene ante sí esperanza alguna... A menos que se encuentre con Benigna.

Ah porque Benigna no descarta nada, vive Dios. Benigna, nacida en la prodigiosa mente de Benito Pérez Galdós, es analfabeta, mendiga e ignorante. Analfabeta pero no tonta, no señor. Ella tiene un novio moro… bueno, novio… Novio hasta donde un ‘discapacitado inútil’ puede ser un novio al uso: en tierra extraña, enfermo de lepra e impedido, poco se podría esperar de José María Almudena, si no fuera por ella y por eso no le falta de nada porque tiene a Benigna. Benigna pide limosna a la puerta de la iglesia, Benigna rebusca en la basura tras un olvidado pedazo de pan, Benigna aprovecha ese girón de manta raída ‘descartada’ en el helado invierno madrileño para Almudena. Todos llevamos en el alma una Benigna escondida, todos tenemos un Cristo Crucificado que llama a la puerta. Abrámosle y los chiqueros caerán.