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Hace medio siglo exactamente, en 1971, el genio polaco Stanislaw Lem, nacido en el semillero de genios literarios de la ciudad austrohúngara de Lwów, ya nos avisó en su novela El congreso de futurología de que los niveles de irrealidad en el mundo estaban aumentando mucho. Atribuía ese crecimiento exagerado a causas químicas (psicoquímicas), económicas y políticas, conque figúrense si a ellas añadimos ahora las tecnológicas, el más poderoso generador de irrealidad jamás conocido.

Efectivamente, la realidad se nos está yendo de las manos hace tiempo, y con la pandemia, los niveles de irrealidad en la escala Grimm están disparados, con picos que exceden lo soportable. Aquí hay que decir que irrealidad ambiental siempre hubo, los humanos conviven perfectamente con niveles medios o altos, incluso la necesitan para vivir, y que por irrealidad no se debe entender irracionalidad. Lo irracional sería no reparar en este aumento constante en todos los ámbitos, ya que por encima del nivel 8 (el máximo en la escala Grimm no es 10, sino 11), se pasa ya de esa confusa sensación de irrealidad que casi todos sufrimos de vez en cuando, a las alucinaciones propiamente dichas que suelen padecer nuestros dirigentes y no pocos intelectuales y creativos. La exposición durante mucho tiempo a niveles de irrealidad altos, profusamente difundidos por los medios, pasa factura. No es ninguna tontería. Y además, como sucede con las temperaturas, el nivel puede ser de 5 en la escala (normal, una cifra llevadera), pero la sensación de irrealidad superar el 7, según las veces que el sujeto conecte el móvil o atienda telediarios.

Los expertos, empezando por el propio Lem hace medio siglo, coinciden en que un poco de irrealidad no hace daño a nadie, le ameniza la vida, pero demasiada es peligrosa. Y como en las últimas décadas la irrealidad generada por exceso de futurología (la ciencia del presente y del futuro) dobla ya la irrealidad remanente (IR), igual la cosa se pone fea. La irrealidad se impone, y es peor que la realidad; tal exceso de irrealidad sólo lo aguantan los dibujos animados, los curas y los políticos. Pero quizá ya sea irreal intentar recuperar un nivel normal de irrealidad.