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En el principio… un grupo de ángeles, a causa del orgullo, se rebelaron contra el designio divino de la Encarnación. Y así empezó el mal, representado por Satanás, arrojado al abismo, y que después instigó con engaños y por envidia, en el gran desastre del pecado original de nuestros primeros padres.

La soberbia siempre ha sido, es y será la raíz y la causa de la desgracia de la criatura que pretende emular a su Creador. Las maneras con que actúa la divina Providencia se efectúan para encaminar la salvación de la humanidad. La redención se realiza a través de la pasión, muerte y resurrección de Jesús cuyo propósito, siguiendo la voluntad del Padre, es brindar a los humanos la accesibilidad, la cercanía entre Él y nosotros.

La Encarnación y la Eucaristía son la expresión más genuina de este ardiente deseo de Dios: estar con nosotros, para salvarnos y así remediar, a su manera, las consecuencias del pecado original…