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Hasta que no llegabas al Bachillerato, o así, no conseguías entender –ni tampoco te enseñaban a utilizarlos– para que servían esos dos artilugios de plástico que casi siempre se encontraban junto a la regla (en Mallorca, también llamada ‘el regla’) en los estuches de lapiceros que cerraban y abrían con cremallera con los que te presentabas en el colegio al inicio del curso. Aunque no supieras exactamente para qué servían (iba a pasar un tiempo antes de oír hablar de trigonometría), la escuadra y el cartabón formaban parte del equipaje escolar desde el primer año de clase. Pasabas horas muertas intentando averiguar qué uso dar a la escuadra y (sobre todo) al cartabón. A veces, como si fuera una cuchilla, servían para cortar hojas que habías doblado en dos; también para trazar rayas como la regla (o ‘el regla’) y, en ocasiones (sobre todo el cartabón), también se podía emplear como espada (confieso que alguna vez, también, como pistola) cuando jugabas en el patio. Los lápices de colores se hacían más pequeños de tanto darle al sacaminas (en Mallorca, ‘la maquineta’), las gomas de borrar se gastaban y cambiabas el estuche. Al final, lo único que quedaba era el cartabón y la escuadra.

Durante una época, además, se puso de moda regalar cajas de compases (a la gente de mi generación, cuando hacías ‘la primera comunión’) y muchas veces venían con unos con punta en los dos lados. Como no podías dibujar, clavabas una de las puntas y con la otra recorrías el papel hasta recortarlo en círculo.

Empieza otro curso escolar, el segundo inicio de curso en tiempos pandémicos, y asoma otra vez tiempo para el recuerdo. Quizás puedas quedarte alguna mañana de estas presenciando la entrada a un colegio, la ceremonia esa que siempre has vivido alguna ve y preguntarte dónde quedaron las escuadras y cartabones que nunca supiste utilizar y dónde se quedó, en definitiva, quien alguna vez fuiste.