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La necesidad de viviendas en Palma y el empuje inversor privado se está llevando por delante una parte de la memoria de la ciudad. La Plaza Gomila está hoy día en manos de las grúas. Lugares que un día fueron emblemáticos, como el bar de copas Moncloa (que ya se había comido al histórico Café Torres) son recuerdos entrañables. Parece ser que a Tito’s, símbolo lúdico de varias generaciones, le aguarda un destino semejante. Y en el antiguo Gomila Park, la tradicional discoteca Bésame Mucho es hoy día una explanada a punto de convertirse en pisos. Son botones de muestra de lo que está pasando en muchas partes.

El vigor de los pisos puede con todo. La maquinaria, contando con todos los permisos municipales, es imparable. Ahora hay recogida de firmas en el Eixample de Palma para tratar de evitar que el antiguo solar donde se asentó la Casa del Pueblo, sede social de la izquierda entre 1924 y 1936 y expropiada por el franquismo se convierta en un bloque de viviendas. Bien mirado, sería un lugar ideal para levantar allí, en la esquina de la calle Reina María Cristina, que conecta con las Avingudes, un centro cultural o incluso el museo de la Memoria Histórica, una aspiración progresista que de año en año se ha ido quedando en nada. Pero la inacción de Cort durante décadas convierte este anhelo en casi imposible. El solar, propiedad del Ministerio de Trabajo, fue vendido a inversores privados hace años.

Ahora sería muy difícil que el Ajuntament lo adquiriese. Y la fuerza del mercado puede con todo. Ni Tito’s será un parque con mirador público sobre la bahía por una iniciativa municipal que no se ha producido, ni el solar de la Casa del Pueblo será el museo de la Memoria. Para eso hace falta ver las cosas des de lejos y tener capacidad de previsión y anticipación. Y esos atributos escasean en una sociedad como la nuestra, sometida al día a día. Luego, a la hora de la verdad, no hay margen de reacción.