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La salida precipitada, caótica y vergonzosa de Kabul por parte de EEUU y las demás fuerzas de la OTAN, con un balance funesto y una humillación desgarradora, puede considerarse el final de una época. El aislacionismo estadounidense iniciado por Obama, continuado por Trump y rubricado de forma tan patética por Biden, da por liquidado el nuevo orden liberal surgido tras la GM-II, confirma el fin de la era norteamericana y la renuncia de los EEUU a liderar el mundo; se abre uno nuevo en el que el cetro se lo disputarán o compartirán otras potencias. La China comunista parece la mejor colocada. Ya se veían señales: el incomprensible acceso de Trump al poder, el asalto al Capitolio…

Fukuyama, en El fin de la Historia, avisaba de que a la democracia liberal capitalista solo la amenazaban el nacionalismo y los fundamentalismos religiosos. El primero ha impedido a la UE avanzar para convertirse en una federación de Estados, y en los EEUU, el America first también da la razón al politólogo estadounidense.   

El desastre de Afganistán ha puesto al desnudo la política exterior y de defensa de la UE, totalmente dependiente de los EEUU. La lección que debe obtener la Unión del fracaso de la misión en Afganistán es que no puede confiar su defensa a los Estados Unidos como hasta ahora lo ha venido haciendo a través de la OTAN, sino que deberá desarrollar la voluntad y la capacidad de ejercer su propia defensa. Para ello hará falta despertar una conciencia social y una cultura de defensa de la que buena parte de la Unión carece después de haber estado sesteando siete décadas bajo la sombrilla del Tío Sam. Para aceptar la responsabilidad de su propia defensa tendrá que despojarse del temor a la difuminación de las identidades nacionales y otros complejos semejantes, y aceptar que la ausencia de una política autónoma de defensa es lo que hoy pone en peligro a la UE y sus Estados miembros. El jefe de la diplomacia de la UE, Josep Borrell, a raíz de la crisis afgana, ha reavivado el debate sobre la necesidad de un ejército europeo adecuado a nuestra época y valores bajo el control del Parlamento de la Unión. Necesitamos más que nunca del consenso para desarrollar una política exterior y de defensa común.