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Daniel Bensaïd (1946-2010), activista destacado del Mayo francés del 68, filósofo y profesor en la universidad de París VIII, en su extensa obra teórica, una treintena de libros, plasmó los temores de lo que podía suceder a nivel planetario y que el coronavirus ha venido a confirmar. La culpa de todo junto, según él, era el «autoritarismo liberal» y solo un cambio, un cambio profundo en la política del mundo, podía detener un desastre pronosticado por los científicos independientes. ¿Pero quienes podían ser los actores del cambio? ¿Cómo debían articularse nuevas resistencias capaces de detener el capitalismo neoliberal?

Afirmaba Bensaïd que el mundo no está en venta o no debería estarlo y es tierra abonada para un exceso ciego de producción, nunca suficiente a ojos de los gigantes económicos. Y nos hemos hundido en un mar de contradicciones, consumir para producir y producir para consumir. El círculo vicioso capaz de desencadenar nuevas violencias y nuevos desordenes. Con todo son muchos los que se preguntan: «¿Todavía tiene la política algún sentido?

Hay también algo de utópico en lo que quisiéramos y lo que nos impone el sistema por mucho que deseemos cambiarlo. ¿Cómo reorganizar las nuevas condiciones de la ciencia y la técnica, el control del poder sobre el poder, del dominio sobre el dominio, de la competencia democrática plena como responsabilidad de todos. Pero quizá deberíamos preguntarnos si cuando se acabe esta apocalipsis vírica los cambios serán resultado de un escarmiento mundial por haber agredido el clima y la naturaleza, fuente de salud humana, o por el contrario se renovarán las fuerzas mercantilistas y desenfrenadas que han de acabar con todo. Ojalá, los que mueven los hilos del poder hayan comprendido que se trata de jugárselo todo a una carta, la carta de la supervivencia.

Pero… ¿Qué formula se puede aplicar? Es una evidencia antigua con pleno funcionamiento en la actualidad que la explotación del trabajo asalariado por el capital hace de la fuerza de trabajo una simple mercancía o un simple factor de producción. Y este factor es indiferente a la actividad previsora sobre los daños irreparables que en el entorno ecológico se da día tras día, a la sombra ingrata de las chimeneas industriales. ¿Dónde está el escarmiento y quien será el escarmentado? ¿Quiénes comerán el pan a costa de la muerte del planeta sin atreverse a pensar demasiado?