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Todas las generaciones de viejos han criticado a los jóvenes, desde que el mundo es mundo. Hace más de 1.500 años el mismísimo Sócrates lo hacía. Por eso hoy voy a sonar a antigualla que no entiende el mundo moderno. Pero, veamos, que hay mucha tela que cortar.

La juventud del siglo XXI es ecologista, animalista, feminista y defiende a las minorías. Cosas, todas ellas, dignas de aplauso. Se les presupone, además, el lujo de estar bien informados, puesto que gracias a internet todos los datos de cualquier tema que te intrigue, están al alcance de la mano en el móvil. Y saben inglés, con lo cual pueden bucear en los trillones de web de habla inglesa. Por eso es curioso –eufemismo de incoherente y vergonzoso– ese afán que sienten por las compras on line. Dicen que en los probadores de las tiendas ya no hay que hacer cola, porque esta nueva generación no las pisa, encarga la ropa por internet, en webs chinas con precios bajos.

El mundo se mueve en esa dirección y ya no hay nada que hacer, pero me pregunto en qué sector pretenderán llegar a tener un empleo estos jóvenes. Porque al comprar on line, esa prenda fabricada en China viajará alrededor del planeta a bordo de un carguero para llegar hasta el buzón. El larguísimo viaje tiene un coste económico, pero un precio mucho más elevado en contaminación: los mares se ahogan. Y otro que nos toca de forma más inmediata: si no pisamos la tienda física, acaba por cerrar. Y sus empleados, esos a los que vemos desde hace años tras el mostrador, se van a la calle. Por supuesto que las prendas que se venden en el 99 por ciento de los comercios también se han fabricado en China y recorren y contaminan los mismos océanos para llegar hasta nosotros, pero al menos esa versión tradicional de la compraventa tiene la ventaja de dar trabajo a personas de carne y hueso, cercanas, conocidas.

Luego están las otras consideraciones, más políticas o de conciencia social. Porque al desplazar toda la producción a un país como aquel estamos engordando un régimen dictatorial, machista y que no respeta, ya no a muchas minorías, ni siquiera los derechos humanos básicos. Estos jóvenes proclaman a gritos sus ideologías políticamente correctas y requetemodernas, pero a la hora de la verdad, mandan su dinero allá, donde todo lo que defendemos es al revés.