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Porte marcial, tez exageradamente morena, semblante macilento, rigidez en el brazo izquierdo... Esto a simple vista. Y sabe además, porque como tal se lo acaban de presentar, que se trata de un médico. ¿En qué país tropical –se pregunta entonces Holmes– ha podido un médico del ejército inglés pasar por duros sufrimientos y resultar herido en un brazo? Evidentemente, en Afganistán, se responde él mismo.

Arthur Conan Doyle situó el primer encuentro entre Sherlock Holmes y el doctor John Watson en 1881. Acababa de finalizar la segunda de las tres guerras anglo-afganas que tuvieron lugar entre 1839 y 1919, y Watson, cuyo cuerpo todavía mostraba las secuelas de las heridas que había sufrido el año anterior en la terrible batalla de Maiwand y del tifus que había contraído en el hospital de Peshawur mientras convalecía de aquellas, se encontraba buscando alojamiento fijo en Londres después de llevar meses viviendo en un hotel tras haber recibido la baja en el ejército.

Cuando hace unos años la BBC decidió poner en antena una nueva versión televisiva, la última por el momento, de las historias de Sherlock Holmes trasladándolas a la época actual, con Benedict Cumberbatch en el papel del detective y Martin Freeman en el de su compañero de piso, uno de los escasos detalles que no fue necesario actualizar fue precisamente la situación profesional del doctor. Casi un siglo y medio después, Watson seguía siendo un veterano de la guerra de Afganistán.