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Cada verano supone un sacrificio notable para cualquier isleño sea por su trabajo intensivo si se dedica al sector turístico o porque durante la temporada estival se acentúan las intenciones de salvación de esta Isla. En estos meses de verano o se trabaja a destajo (sistema que los poderes públicos han favorecido y que siempre me ha parecido algo inconciliable familiar, personal o laboralmente) o bien se disfrutan unas semanas de vacaciones donde muchos son conscientes de todos los males y peligros que acechan a las Islas Baleares y que parecen desaparecer a partir de noviembre.

Atascos para llegar a las playas, párkings insuficientes, colillas y residuos en la arena, playas saturadas, gente con la música a toda pastilla, fiestas ilegales, ruido en las calles, violaciones y agresiones sexuales, criminalidad en las calles, exceso de drogas, falta de policía en cualquier población de Mallorca, invasión de coches de alquiler, barcas que se aproximan a las zonas de bañistas, emisión de gasóleo, vertidos fecales de emisores, restos de plásticos y restos de las embarcaciones, hoteles con turistas maleducados, venta ilegal ambulante, aumento de precios, reservas imposibles en los chiringuitos, uso intensivo y abusivo del dominio público, medusas, mosquitos, exceso de calor que siempre vinculamos al cambio climático, el ruido de los aires acondicionados, la poca calidad de nuestra agua, cortes eléctricos por averías de es Murterar, los incendios, la especulación transformada en nuevos cubos y grandes ventanales que descubrimos cada temporada, los perros sueltos y sin educar en las calas, el exceso de turistas y ya paro porque no podré terminar con una reflexión que es el objeto de este artículo.

Por mucho que nos preocupemos y compartamos en nuestras redes sociales poco hacen quienes nos gobiernan y gestionan el dinero público para reducir esa sensación de cabreo, preocupación o zozobra estival que acompaña a muchos de los habitantes de estas Islas hasta el punto de desear que acabe el verano. Lo cierto es que puede que no disfrutemos nuestro momento de máximo esplendor de estas Islas y que nos permite gozar del Mediterráneo que parece inservible y un mero decorado durante muchos meses del año. Por desgracia llevamos años quejándonos de las mismas cosas y problemas y somos incapaces de aportar planificación y soluciones. De la misma manera que parece que no podemos entender que nuestra única fuente de riqueza es ese turismo que tanto criticamos y sin alternativas reales. No es una cuestión de dinero ni de la financiación injusta que el Gobierno de España nos impone como castigo (209 millones menos en 2022). Lo citado nos exige tomar conciencia y propiciar un cambio político y social que nos lleve a una acción efectiva, responsable y adecuada. Nuestro impulso no debe ser un cabreo temporal y estival.