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R esulta portentoso comprobar que Menorca es la única de las Balears que mantiene las tradiciones, industrias, fiestas fabulosas –como la de Sant Joan de Ciutadella–, que son celebradas con el ceremonial de toda la vida, desde siglos, con idéntico respeto y dignidad. Son fiestas únicamente perturbadas por el gentío venido de fuera; atrevidos y alocados por exceso de ginet. En el caso de Ciutadella, el Ayuntamiento publicó ‘bandos’ de cómo comportarse; señalando y vallando el recorrido de los caballos, etcétera.

Los menorquines aman su isla por encima de todo. Ello significa que, en lugar de destrozarla, siempre están mejorándola: restaurando, respetando los monumentos paleolíticos y edificios modernistas de Maó. También está la memoria de la ocupación por los británicos tras el reconocimiento de Felipe V como rey de España y a cambio de la cesión de Menorca a los ingleses. Se supone que al principio no les agradaba, pero pasado el tiempo, la ocupación británica fue una bendición para todos, pues ellos establecieron un grado muy elevado de civismo, debiendo cumplir las normas como se hace en Londres, situándose por encima de las otras Balears. Fue un gran beneficio.

En la isla no se permiten infracciones urbanísticas, ni derribos improcedentes, ni aglomeración de hoteles, restaurantes o bares y las urbanizaciones están muy cuidadas; también las carreteras, cebrados callejeros... Los coches siempre respetan a los peatones y sin semáforo. La seguridad, el cumplimiento y la tranquilidad reinan por todo lo ancho del país. Como colofón, Ciutadella tiene una catedral preciosa con sede y episcopal, además de las navetas y las taules prehistóricas; teatro de ópera e industrias zapateras muy prestigiadas; queserías con denominación origen Maó en venta nacional e internacional. Aguas limpias y transparentes, arbolado y floreadas ciudades y casas. En tiempos de normalidad reciben un turismo reglado.

Recientemente se inauguró el Museo de Arte Contemporáneo en Alaior que reúne 146 obras de grandes artistas, como Miró, Saura, Tàpies, Barceló, etc. Son obras cedidas por coleccionistas particulares, más el interés del alcalde, para alegría de ciudadanos y turistas. Es una gozada, pero aún hay más. Por ejemplo, una de las más importantes galerías de arte: la suiza Hauser & Wirth, plantada en la Illa del Rei en el puerto de Maó, a cuya presentación acudieron más de 30 profesionales, agencias locales, nacionales, europeas y americanas. Ojalá Mallorca tuviera tanto sentido común y no sólo codiciara tanto dinero; uan lástima. Mi enhorabuena, Menorca, de corazón.