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Desde el primer momento circuló la idea de que muchas enseñanzas se derivarían de una experiencia como la pandemia. Mera retórica adornada de consideraciones de un casi franciscano entusiasmo relativas a las bondades que de la plaga se derivarían. Insisto, en líneas generales, pamplinas. Pero se dan algunas excepciones de cierta importancia que merecen ser destacadas. Sin necesidad de ir más lejos la práctica desaparición de la frontera que tradicionalmente separaba lo creíble de lo increíble.

El ciudadano es informado a diario de nuevas disposiciones que en otro tiempo hubieran sido tomadas a chacota, y ahora se acostumbran a admitir, en muchos casos hasta se aceptan como serias. Fijémonos en esa propuesta del Consell d’Eivissa de contratar a jóvenes turistas extranjeros a fin de infiltrarlos en las fiestas ilegales que con frecuencia se celebran en viviendas en suelo rústico.

Los ‘rastreadores’ investigarán por su cuenta y recabarán pruebas que posteriormente pondrán a disposición de la policía. La iniciativa encierra en sí tanto absurdo y extravío que se precisaría un espacio del que no dispongo tan sólo para ponerlas en orden. Como no me queda más remedio que ser concreto a la fuerza, lo resumiré: francamente, una autoridad, en esta ocasión el citado Consell, que está dispuesta a adoptar medidas como la comentada lo que está haciendo en realidad es evidenciar su incompetencia y su fracaso como tal autoridad.

No obstante, su increíble decisión que habría causado auténtica estupefacción –¡turistas contratados a sueldo como detectives infiltrados!– hoy puede resultar como algo creíble para algunos, ¿muchos?