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El diccionario define coturno como «calzado de suela muy gruesa usado por los actores trágicos en la Antigüedad grecorromana para aumentar su estatura». Coturnos era lo que llevaba Humphrey Bogart en la película Casablanca para parecer más alto que Ingrid Bergman . Humphrey Bogart tenía que dar su imagen de galán poco convencional que hizo que el American Film Institute lo considerara la primera estrella masculina del cine estadounidense. La clave está en lo de ‘masculina’. Todavía hoy, los machos tienen que ser machos o al menos parecerlo. Lo del feminismo «es una moda», según una de las frases populares que se oyen por esos mundos de Dios. Más frases: «Yo no soy machista ni feminista, yo creo en la igualdad». «Ni machismo ni feminismo, no me gustan los extremos». «A mí ese feminismo de odiar a los hombres no me representa». «Yo soy feminista, ayudo en casa». «Para cuándo un día del hombre». Etc. Por lo que hace al cine español, las películas más taquilleras de los años sesenta estaban protagonizadas por Manolo Escobar . El macho tenía el papel más destacado y las mujeres el más servil, además de la exaltación de lo español. No necesitaba coturnos porque las mujeres eran bajitas.

La preeminencia del macho ha sido una constante a lo largo de la historia. En el antiguo Egipto, una de las primeras civilizaciones conocidas, las mujeres ya cuidaban de la casa y de los hijos, excepto cuando sustituían a un marido rico en el cuidado de las tierras y los trabajadores de su heredad. También podían ser mujeres músico, danzarinas o sacerdotisas en los suntuosos tempos dedicados al faraón, al sol o mitos medio animales. Pero, cuidado, las mujeres ya podían tener propiedades a su nombre y divorciarse para volver a casarse con un marido mejor, igual que los hombres. La civilización egipcia duró unos cinco mil años y de los dos mil y pico que llevamos desde la aparición de Jesucristo no fue hasta 1932, con la Segunda República, que se elaboró en España una ley de divorcio, ley que desapareció después de la Guerra Civil hasta 1981. Dicen que entonces había otra ley más tajante llamada ‘ahí te quedas’.