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Han pasado días desde que el ministro Garzón publicara su polémico artículo sobre el consumo de la carne roja y continua la polémica en torno a ello. Aunque solo plantea la necesidad de reducir el consumo de carne, el debate se ha ido alargando como un chicle.

Sus palabras crearon controversia no solo en la oposición, sino también en el Gobierno. El mismo presidente Pedro Sánchez zanjó rápidamente la polémica, desmarcándose de las declaraciones de su ministro con una frase más propia de Isabel Díaz Ayuso : «A mí donde me pongan un chuletón al punto, eso es imbatible». Podría haber escogido una respuesta con más relieve que no ridiculizase a su ministro. Quien cuide un poco su alimentación sabe que comer carne en exceso es malo para la salud, en especial las carnes rojas.

Sería suficiente con recuperar la dieta mediterránea, más sostenible y saludable. Volver al tipo de alimentación de nuestros abuelos. Abundaban en nuestras comidas las legumbres, las hortalizas, los huevos y el pescado; la carne no era un plato frecuente, se comía de vez en cuando. Había una tradición alimentaria muy arraigada y muy rica. A mí, delante de una granada d’alberginies , una greixonera de d’ous o unes bones sopes mallorquines no hay chuletón que valga.

La propuesta de reducir el consumo de carne no es nueva. Los expertos proponen volver a una dieta más clásica, que además no encarece la cesta de la compra y no precisa hacer grandes malabarismos: menos chuletón y más gazpachos, verduras, huevos y potaje de garbanzos. Han orquestado una campaña contra Garzón por defenderla. Sin embargo, su opinión ha abierto un debate necesario. Urge un nuevo modelo alimentario.