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Una propensión es una inclinación, una disposición, una tendencia, y hace muchos años que se hable de lo que se hable, se habla de tendencias. Dicho de otro modo: Sólo se habla de tendencias, de qué es tendencia y qué no lo es, y cuál es la tendencia de las tendencias. No únicamente en moda, y cultura, sino también en política, economía, tecnología y hasta tonterías. Porque en el ámbito de la idiotez también hay tendencias y disposiciones, muy variables, y si no las conoces quedas como un tonto.

En esta época, las tendencias son leyes, están incluso por encima de las leyes, y sobre todo en el universo digital, gobiernan con mano de hierro. Que es una mano muy tendenciosa, claro está. Si de pronto una chorrada, o una ideología política, se convierte en tendencia (digamos el populismo, o el viejo patriotismo, o el marketing desinhibido), no hay nada que hacer porque lo anega todo. Hay que joderse. Filósofos, analistas y sociólogos, así como algunos periodistas, no tienen más que mirar en Internet cuáles son las tendencias y propensiones del momento para redactar sesudos trabajos. Y luego están los ingenieros de tendencias.

Para mí que los seres humanos tienen de nacimiento una cierta propensión a propender; son, en definitiva, muy proclives a la propensión, la inclinación y la predisposición. Que es una fuerza colosal, y como tal, según la segunda ley de Newton, igual a masa por aceleración. Si se trata de inclinación, entonces la fuerza es masa por gravedad y por el coseno del ángulo de inclinación. Pero antes de Newton China ya tenía el carácter shi, que significa fuerza y también disposición, proclividad.

Dato exótico (me gustan los datos exóticos) que confirma la universalidad de la propensión humana a propender. La madre de todas las propensiones, desde luego. Volvamos a Newton y multipliquemos una masa humana considerable por la aceleración digital. Nada que hacer contra una fuerza así, decía. Como no soy filósofo ni sociólogo, ni siquiera psicólogo, no escribiré otro volumen sobre tendencias, ni siquiera un manual de autoayuda titulado, por ejemplo, Dime a qué propendes y te diré quién eres; con un párrafo va que se mata. Propensión a la holganza, quizá.