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El próximo domingo se celebra la fiesta de Santiago y al ser Año Santo, por aquello de que cae en domingo, me imagino que las ceremonias habituales revestirán un brillo especial. Es algo que no pudo ocurrir cuando, corriendo los años 40, Franco tuvo la peregrina idea –muy apropiado calificativo– de designar al capitán general Mohamed ben Mizzian, musulmán convencido, para que le representara en la ofrenda anual al Apóstol. Hablando en plata, un moro rindiendo pleitesía a Santiago Matamoros . Ni siquiera en un país como este, de escaso respeto a la historia y desmemoriada memoria, podía colar sin más el lance. Por ello, antes de que tuviera lugar la ceremonia, los encargados se esforzaron en ocultar bajo tapices, ramos y lo que tuvieran a mano los cuadros en los que se veían a moros despanzurrados bajo la imagen del santo.

Probablemente, desde las penurias por las que pasó Danielle da Volterra tapando con pañales los desnudos originales de la Capilla Sixtina (lo que valió el sobrenombre de Maestro Braghettone ), no se había dado un fenómeno de ocultación tan interesante, pero de ello hablaremos otro día. Volviendo al apuro en que se vio envuelto Ben Mizzian, marroquí que estudió en la Academia Militar de Toledo y del que se dice que gozaba de la amistad del Caudillo hasta el punto de que era de los pocos que le tuteaba, cabe decir que llegada la independencia de Marruecos alcanzó el mandato del Ejército de su país.

Ello añade un enredo más al asunto, ya que es muy posible que en su momento tuviera que afrontar alguna cuestión con España acerca del Sáhara. Pero, eso sí, Mohamed ben Mizzian cumplió con honor su ofrenda al Apóstol.