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Lamentable el espectáculo del Hotel COVID, para los que se montaron su macrojuerga, sin control ni medidas preventivas. Si ello sirve para una reflexión sobre como educamos a nuestros hijos, habrá valido la pena tal bochorno. Antes conviene llevar a juicio nuestro sistema educativo. Un alto cargo del Consell, criticaba al Govern por haber confinado menores. Este mentecato, inepto e insensato campa por nuestras instituciones predicando su Evangelio de los antisistema. Ello ejemplifica lo que ocurre.

Una parte del poder público está a favor del eliminar la cultura del esfuerzo, la disciplina y la autoridad. Sin código sólo hay caos. Influencers , con supina indigencia intelectual ayudan a pensar y decidir a los adolescentes. La instrucción es competencia de los colegios, pero la educación es obligación de los padres. Algunos han creado pequeños monstruos, sin código, cultura ni valores. Progenitores que han agredido o amenazado a los profesores que han osado suspender o enmendar a sus hijos. Los mismos que pagan caprichos de sus retoños por miedo a que sufran. Los que demandan un psicólogo porque su hijo padece insomnio por estar enganchado a las redes hasta la madrugada.

Educar es querer y marcar límites. No hacerlo crea psicopatones, sin empatía, solidaridad y sin capacidad de frustración. Algo deben meditar muchos medios de comunicación que han gestionado esta noticia de forma lamentable. Por fortuna hay una juventud que ha criticado y reflexionado tal comportamiento. Ellos son nuestra esperanza y orgullo.