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Nos adentramos en una etapa de alto riesgo de recaída, sin un norte claro ni cartas de navegación apropiadas, delegando casi todo el control a las vacunas y al buen tiempo durante este verano. Las medidas acompañantes son escasas y muy frágiles frente a los nuevos factores que ahora confluyen: a) la llegada de visitantes desde zonas de riesgo, incluyendo Reino Unido, pero también España; b) la progresión de la variante delta y la posible aparición de nuevas variantes; c) los desajustes en las estrategias de vacunación; y d) el triunfalismo gubernamental persuasivo de que, contra toda evidencia, ya retornamos a la normalidad ‘a secas’.

Por un lado, se diluye el excelente control de la pandemia de los últimos 5 meses, particularmente en Balears, que ha supuesto bastante menos mortalidad que en el resto de España. Ahora afrontamos sin previsión suficiente la llegada masiva de turistas británicos, portadores de la variante delta (la originaria de la India) y, encima, paradójicamente, Balears se ha mostrado ya como un espacio de desmadre. La variante delta es un 60 % más contagiosa que la británica o alfa, hoy predominante, aunque por poco tiempo. Además, sería más virulenta con casi el doble (190 % más) de casos que requieren hospitalización. Preocupa la falta de medidas preventivas y de control efectivo, tanto para acceder a nuestras Islas como para impedir comportamientos incívicos. Como el macrobrote generado por los estudiantes que, celebrando el fin de curso en Mallorca, ha dejado más de mil seiscientos casos positivos de coronavirus y muchos más en cuarentena. Así las cosas, está por ver si el esfuerzo realizado en la primera parte de este año se frustra o no en los próximos 3 meses en Balears. Pues el semáforo verde del Reino Unido, señalándonos como destino seguro, es solo provisional, ‘bajo vigilancia’ y puede cambiar a rojo, súbitamente. Habría virado ya si centenares de positivos del macrobrote se hubieran contabilizado a Balears. El problema de fondo es que hemos retrocedido a una estrategia de medidas ‘reactiva’, que ya fracasó en 2020, relegando la estrategia ‘preventiva’, tan eficaz en 2021 hasta que nos ha embestido el mensaje triunfalista ‘mascarillas fuera’ del Gobierno de España, difuminando todos los matices acompañantes de la medida.

A este virus le quedan muchas vidas y no podemos confiar solo en que otros países sean más prudentes que el nuestro, impidiendo viajes de grupos desbocados. Con todo, estamos ante una gran prueba de esfuerzo para nuestros sistemas de rastreo y de despliegue generoso de pruebas (test), persiguiendo al virus; también otra prueba para las fuerzas de seguridad, que no están pudiendo garantizar el cumplimiento de las medidas en vigor. Es preciso un amplio despliegue de medios de control y no apreciamos signos de su existencia. Será muy difícil evitar un aumento importante de las infecciones, incluso durante estos meses de verano, aunque sea la estación que menos favorece a los virus respiratorios y conviene tener presente la evolución de la epidemia en el Reino Unido, desde los máximos del mes de enero (con un pico de 75.000 contagios el 5 de enero) hasta caer por debajo de los 2.000 positivos diarios en mayo. Entonces comenzó el repunte asociado a la variante delta del virus, que se extendió por todo el país y ahora es responsable de más del 95 % de las infecciones, aumentando un 50 % hasta 23.000, en la última semana. Ello a pesar de que el 83 % de la población adulta ha recibido al menos una primera dosis de vacuna y el 62 % la pauta completa (datos de 26 de junio). Todo puede complicarse aún más con la variante denominada delta-plus, que comparte algunas mutaciones con las variantes gamma (brasileña) y beta (sudafricana) que podrían reducir más la protección de la inmunidad convaleciente y la generada por las vacunas, particularmente la de AstraZeneca. En España tenemos la limitación adicional de la escasez de equipos de secuenciación para identificar las variantes; un problema que, a estas alturas, la Administración debería haber corregido.

La proporción de jóvenes infectados con SARS-COV-2 es cada vez mayor, la mayoría sin vacunar. Juega a favor que el Reino Unido ha levantado las restricciones a los turistas (retirando las cuarentenas a su regreso) sólo a los protegidos por la pauta completa de vacunación. Sin embargo, no está demostrado que la vacunación prevenga suficientemente la transmisión. Quizás lo haga parcialmente (50-60 %) pero, escasean los datos, pendientes del estudio con miles de jóvenes entre 18 y 29 años, anunciado en marzo por la ‘COVID-19 Prevention Network’ para determinar hasta qué punto los vacunados con ARNm (Moderna, en este estudio de EEUU) reducen la transmisión del virus a sus contactos cercanos. Si se demuestra una amplia prevención de la transmisión, muchas más personas jóvenes decidirán vacunarse, con enormes beneficios en salud pública.

Los desajustes en la estrategia de vacunación muestran que la fatiga pandémica se extiende a la Administración. El aspecto positivo de la vacunación en España, es que se ha acelerado lo suficiente como para que podamos confiar en que se cumplirán las expectativas de alcanzar la llamada ‘inmunidad de grupo’ durante este verano. Pero hay dudas de lo que un 70 % de vacunados vaya a suponer, pues esta cifra ‘mágica’ se estimó para los primeros virus circulantes, con un número R o tasa de reproducción del virus entre 2,5 y 3, que no es el R de las variantes que predominarán en agosto de 2021 u otras que pueden imponerse después; y tampoco se consideró la (aun incierta) tasa de transmisión por personas vacunadas.

En todo caso, más allá de los aspectos positivos, es muy preocupante la desconexión entre los nuevos conocimientos científicos y su traducción a mejoras en la estrategia de vacunación. De nuevo echamos en falta un comité científico independiente que señale e impulse tales adaptaciones sobre bases científicas sólidas. Aquí destacaremos dos aspectos que muestran una notable desatención a importantes grupos de riesgo. Por un lado, las personas afectadas de enfermedades crónicas muy frecuentes (obesidad, diabetes, hipertensión y otras enfermedades cardiovasculares) para las que se han demostrado mayores riesgos de hospitalización, de requerir cuidados intensivos, y una mayor tasa de fallecimientos. Y, sin embargo, no están siendo priorizados frente a personas sanas. Por otro lado, el grupo de edad de 60-69 años, lamentablemente desatendido en la vacunación, siendo grupo de riesgo por razón de edad y que, además, conlleva frecuentemente alguna(s) de las enfermedades antes referidas. Paradójicamente, se avanza en la administración de vacunas de ARNm (Pfizer o Moderna) a los grupos más jóvenes de 20-49 años, y se ha completado la vacunación del 60 % de las personas de 50-59 años, mientras que solo un tercio de las personas de 60-69 años ha recibido la pauta completa. Tal estrategia no se justifica por falta de vacunas o recursos y no ocurre en otros países europeos donde estas personas pueden optar a completar su vacunación con una vacuna de ARNm (Pfizer o Moderna), además de la pautada (menos acertadamente) de AstraZeneca. La administración ignora la evidencia científica existente a favor de las vacunas de ARNm (Pfizer-Biotech o Moderna), ampliamente demostrada, tanto en seguridad como en eficacia, y refrendada por ya millones de vacunados en la UE. El más reciente estudio COM-COV de la Universidad de Oxford, insiste esta semana en esta evidencia, siguiendo a otros estudios, encabezados por el pionero COMBIVACS del Instituto de Salud Carlos III, que son referentes para la gestión de la pandemia en los países más avanzados y sin embargo ignorados, incomprensiblemente, por nuestros gestores políticos.

La fatiga pandémica afecta a amplios grupos de población, incluidos los jóvenes que vienen de marcha a Mallorca y se saltan las normas, a los agentes del orden incapaces de garantizar su cumplimiento y a la Administración central que, en lugar de poner su estrategia de vacunación al día, al compás de los nuevos conocimientos científicos, despliega un triunfalismo imprudente. El problema se desborda cuando la fatiga se extiende a toda la Administración. Abramos las ventanas.