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Haber trabajado 25 años en el mundo de la empresa antes de ser actor me ha permitido comprobar la obsesión que hay por la seguridad: una nómina, un contrato fijo, trabajar en una gran empresa… Pero es un concepto de seguridad mal entendido porque en todos los casos la decisión de que tú trabajes o no depende de lo que decida otro: tu jefe.
El mundo de la interpretación es completamente distinto. Aquí puedes estar en una serie o una película y sabes que cuando acabe o maten a tu personaje, te quedarás en la calle.

Pero aquí seguimos, confiando en que encontraremos otro trabajo, otra serie, otra película... Esta es la gran diferencia: en este mundo marcado desde siempre por la precariedad, creemos en nosotros mismos, en nuestra capacidad de encontrar otro proyecto, de crearlo si es preciso. Sin duda también dependemos de lo que otro decida (ganar un cásting, que nos contrate este festival o aquel ayuntamiento…), pero ese otro ya no es tu jefe. Eso hace que creas en ti, que confíes en tu capacidad para encontrar otro trabajo. Lo que te da la seguridad es la libertad, te sientes seguro porque te sientes libre.

En los 25 años que pasé en la empresa ‘tradicional’ jamás me sentí libre.
En un mundo precarizado como el de hoy, estar acostumbrado a la incertidumbre y entender la seguridad desde la libertad son grandes ventajas para poder subsistir. Y contamos con otra ventaja: cada cásting es una entrevista de trabajo. Quienes viven en el mundo de la empresa ‘tradicional’, sin embargo, normalmente han hecho pocas entrevistas de trabajo y, cuando se enfrentan a una, suelen ir desarmados. No hace mucho, en una oficina de empleo, vi que impartían cursos a parados de larga duración: informática, idiomas y muchas cosas más, pero no les daban ni una sola herramienta para afrontar una entrevista de trabajo. Ofrecí darles un curso gratuito sobre técnicas de interpretación que podían serles muy útiles: escucha, comunicación no verbal… Me dijeron que no. Para darlo me exigían una titulación en no sé qué que debía expedir no sé quién. De nada sirvió que en mi CV constasen más de cien series y una treintena de películas. Sin su título no me dejaron siquiera intentar ayudar gratuitamente a quienes lo necesitaban. De nuevo la decisión dependía de otro: de quien homologase mis ‘conocimientos’ sin haber hecho ni una sola serie ni haber participado en una sola película. Realmente ese concepto de seguridad mal entendido está muy, demasiado, arraigado en nuestra sociedad. Hoy vivimos dominados por el miedo y hemos dejado que nos ahoguen con su seguridad.