Desde su irrupción en el Baleares, Ingo apostó por profesionalizar el club. FOTO : BOTA | Pere Bota

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La historia más reciente del Atlètic Baleares revela que el club entró en concurso de acreedores por una disputa entre Bartomeu Cursach y el expresidente Miguel Ángel Gómez, que reclamaba a la entidad una vieja deuda. El 26 de marzo de 2014, la jueza de refuerzo del Juzgado de lo mercantil número 2 de Palma dictaba un auto en el que declaraba la antigua suspensión de pagos de la SAD blanquiazul.

El proceso, supervisado por Demetrio Madrid, resultó especialmente sencillo. La práctica totalidad de la deuda del club era con Cursach, que no tenía ningún interés en cobrarla. Así, el 7 de noviembre de 2014 se firmó el convenio y a principios de enero de 2015 se dio por finalizado el concurso.

Antes de alcanzar el epílogo, se produjo un hecho que iba a transformar la vida de la entidad. Con una deuda ordenada y una plaza en Segunda B, el ATB atrajo la atención de diversos inversores, entre ellos, el de Ingo Volckmann. El empresario alemán, propietario de varios hoteles en la Isla, era un completo desconocido en el ecosistema balearico. Nunca se había oído hablar de él.

Su gente de confianza estudió y analizó a varios equipos de Tercera, pero al final se fijó en el ATB.

Su acuerdo con Bartomeu Cursach y Fernando Crespí fue rápido. La compraventa del Atlètic se fraguó a través de una ampliación de capital. Cursach y Crespí cobraron con acciones que, poco después, vieron reducido su valor a cero. Era lo que se había pactado con Volckmann.

La capitalización del Atlètic abrió un nuevo escenario, aunque nadie podía sospechar que Volckmann iba a convertirse en un mirlo blanco (y azul).

Había arrancado la temporada 2014/2015 y Nico López, además de entrenador, lo era prácticamente todo en el club. Con el germano como máximo accionista, los salarios de la plantilla se pusieron al día. Y tampoco tardaron en llegar los primeros refuerzos (Malik Fathi, Thilo Leugers o Tim Vincken), casi todos con un marcado acento germano. El equipo finalizó el curso en zona de nadie (el 12), aunque la mano del nuevo propietario empezaba a notarse.

La factura por las mejoras que introdujo en Son Malferit, campo que el Atlètic tenía alquilado a la FFIB ante la imposibilidad de jugar en el Estadi Balear, ascendió a 800.000 euros.

«Cuando llegó al Baleares nos dijo que su intención era gastar unos 300.000 euros por temporada, pero la realidad es que todo se desmadró desde el principio», apuntan desde el entorno de Ingo Volckmann.

Tras probar con Nico López, Gustavo Siviero y Christian Ziege, el primer gran éxito deportivo de Ingo llegó con Josico en el banquillo. El preparador manchego, que había reemplazado a Ziege con la temporada 2016/17 en curso, logró disputar las eliminatorias de ascenso a Segunda como cuarto clasificado de la fase regular.

Desde su irrupción en el Baleares, Ingo apostó por profesionalizar el club y una de sus decisiones más controvertidas fue entregar la dirección deportiva de la entidad al joven Patrick Messow.

El nivel de gasto del ATB se disparó prácticamente desde el día uno de Ingo, que prometió trabajar para conducir al equipo a Segunda. A punto de enfilar su octava temporada como propietario y mecenas, el dirigente alemán ha acariciado el ascenso en varias ocasiones, pero siempre se ha quedado a medias.

Al margen de la reforma del Estadi Balear, cuyo coste ha alcanzado los 8 millones de euros, y aunque Volckmann nunca ha querido revelar públicamente la factura de su aventura futbolística, su gente más próxima asegura que el gasto por temporada ha alcanzado los 2’5 millones. «No quiero que mi mujer se entere», acostumbra a bromear cuando es cuestionado por el asunto. Una simple multiplicación revela que su inversión supera de largo los 25 millones.

Durante este año y en plena pandemia, Ingo Volckmann se planteó rebajar notablemente su aportación.

Sus hoteles acumulaban muchos meses cerrados y el equipo blanquiazul, a pesar de su ingreso en la nueva Primera RFEF, se había quedado demasiado lejos del ascenso. Sin embargo, la realidad es que el talonario de Ingo vuelve a echar humo.

Una reciente operación inmobiliaria en Alemania (vendió unos terrenos de su propiedad) y una vez cicatrizadas las heridas del curso anterior han reactivado al mirlo blanco del Atlètic Baleares, que ha decidido volver a la carga. «No soy de los que tira la toalla», recuerda.