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Al fenómeno que parte más o menos por la mitad a las sociedades ante cualquier cuestión, y luego enfrenta ambas mitades en una pugna sin fin, ahora se le llama polarización y parece una novedad, pero se trata de la vieja maldición del 50 % que ya sufrían nuestros antepasados. No es preciso que el 50 % sea muy exacto, ni la sociología ni las maldiciones del destino son exactas, y quien dice 50 % dice 52, pero sabemos de toda la vida que los seres humanos, tanto individualmente como en grupo, tienden a partirse por la mitad cuando les presionas un poco o les haces preguntas complicadas. Un tipo tan grotesco como Trump, con cuatro chorradas, dividió casi por la mitad a EEUU, y partido en dos lleva Israel muchos años.

El ‘Brexit’ se decidió por poco más del 50 %, y tanto España en lo que a los indultos se refiere como la propia Catalunya, están igualmente partidas por la mitad. En Perú las elecciones han rizado el rizo del 50 %, clavándolo hasta las décimas, y no importa cuál sea el asunto en cuestión y el tamaño de la muestra observada (cinco millones o doscientos), porque se dividirá libremente por la mitad. Más o menos. Y si a cada una de esas mitades (independentistas catalanes y españoles favorables a los indultos, trumpistas y antitrumpistas) le vuelves a preguntar otra cosa, ¡se volverán a partir al 50 %! Incluso un solo individuo, un sujeto cualquiera, cuando decide algo más o menos importante (casarse, divorciarse, cambiar de trabajo) tras examinar los pros y los contras, lo hace por los pelos y con la firme oposición de casi la mitad de sí mismo.

Dicen que la polarización es un desastre para la democracia, pero lo que es un desastre para la democracia es la maldición del 50 %, que persigue a la humanidad desde el paraíso terrenal. Ni siquiera vale romper el bipartidismo y multiplicar las opciones de voto (España, Catalunya), porque los diversos grupos vuelven a unirse enseguida en dos bloques equilibrados del 50 %. Ah, la pesadilla binaria. Reforzada ahora con los códigos binarios informáticos. Stevenson narró esa tragedia del 50 % en Doctor Jekill y míster Hyde , que Italo Calvino volvió a relatar en El vizconde demediado , donde ambas mitades de vizconde Medardo acaban batiéndose en duelo. Qué maldición tan rara. Todos partidos por la mitad. La mitad de qué.