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A Europa le costó dos guerras llegar a la conclusión de que los países miembros debían llevarse bien. Gracias a ello, las políticas son pacíficas y cooperativas. La parte mala es que, en muchas ocasiones, estas políticas se llevan a cabo con un importante déficit de transparencia. Pero donde hay una opacidad aún mayor, no sólo en Europa sino en el planeta, es en el ámbito de la diplomacia y las relaciones internacionales.

Aquí, los ciudadanos de a pie estamos más que perdidos. Hay una opacidad estructural, acuerdos escondidos, secretos oficiales, gastos reservados, etc. Es cierto que la ONU y otros organismos juegan un papel positivo pero nada que pueda levantar las alfombras o forzar la mano de un Estado soberano.

A mí, no me gusta el desamparo del pueblo saharaui, ni el rey de Marruecos y tampoco me gusta que el país haya usado a súbditos humildes y a la ciudad de Ceuta para generar un conflicto con España porque nos hayamos ‘atrevido’ a facilitar asistencia sanitaria a un dignatario saharaui. Pero es precisamente porque España está en Europa y porque la frontera de España también es una frontera de Europa que la posición de Marruecos ha durado dos días.

Las verdaderas víctimas han sido los marroquíes que han fallecido y, por supuesto, la decencia de nuestro país que está siendo mancillada por Vox, que vive del odio, que ha hecho el ridículo al considerar esta crisis como una invasión militar y que ha denigrado la Cruz Roja por intentar salvar vidas.