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Estrenamos mes y factura de electricidad, y qué quieren que les diga, yo estoy muy preocupado. Con esos nuevos horarios que penalizan el uso eléctrico durante las mañanas y las tardes de los días laborables, ¿cómo voy a dedicarme a compartir caricias con tranquilidad, ahora que viene el verano y el aire acondicionado se hace tan necesario? ¿Y qué pasará en invierno, cuando se vuelvan las tornas y lo que tengamos que encender para entregarnos a los encantos de Eros sea la calefacción, para que nuestras intimidades no queden congeladas? ¿Y qué hay respecto a todos los juguetes eróticos que hay que recargar enchufándolos a la corriente? ¿Tendremos que ser previsores y dejarlos cargando los fines de semana? ¿Y si luego se quedan sin batería cuando más los necesitamos? ¿Habrá que poner el despertador para levantarse a partir de medianoche y poder poner así la atención en asuntos carnales y no en monetarios? ¿Y no será mejor mantener incluso entonces las luces apagadas, contribuyendo a crear misterio y clandestinidad?

Así las cosas, quizás esta columna les haya parecido un poco frívola y fuera de lugar… pero a mí personalmente, lo que me parece frívolo de verdad es que la gente no esté protestando de forma masiva (no, las redes sociales no valen) por una causa que, por lo que parece, no tiene ni el glamour ni la modernidad ni la conciencia necesarias para merecer ninguna de esas manifestaciones tan multitudinarias con las que se denuncian injusticias o se conmemoran victorias deportivas.